Esta semana ha sido una en la que no he podido evitar sentirme decepcionada. Me siento decepcionada porque algunos medios de comunicación, considerados respetables y prestigiosos, han decidido dejar a un lado su responsabilidad y su deber con la ciudadanía para reemplazarlos por el afán de un click de un rating y de un número de seguidores. Me siento decepcionada porque con tanto que hay para hablar sobre este país, con tantas injusticias, con tanta corrupción, y con tanta ‘voltereta’ que en estas épocas de elecciones acostumbran a dar los políticos, me parece increíble que los temas del día sean tan banales y que, en su gran mayoría, sean los medios los que ayuden a echarle leña a ese fuego tan trivial. Me siento decepcionada, porque simplemente esperaba más de aquellos que, para diferenciar su plataforma de tantas otras que ya existen, dicen considerarse ‘serios’.

Cuando unos días atrás sintonicé una de las emisoras radiales más importantes del país, cuyo nombre me reservo simplemente para evitar darle más publicidad gratuita, verdaderamente quedé pasmada. No podía creer que, en vez de estar discutiendo acerca de los nuevos hallazgos de la Fiscalía o acerca de lo increíble (y a la vez no tanto, porque ya casi nada es capaz de asombrarme cuando de política se trata) que es que otro fiscal anticorrupción esté siendo investigado por, irónicamente, corrupción, el programa tuviese como temática del día el ‘rollo’ de las Wikimujeres.

Me pareció tan triste la situación, pues, al fin y al cabo, la discusión parecía ser más una pelea de niñas de 15 años de colegio estrato seis que cualquier otra cosa, que decidí cambiar la dial. Sin embargo, me di cuenta que, como la pólvora, se había esparcido por todas partes y parecía no tener escapatoria. Literalmente, me tocó buscar música para entretenerme, pues ese chisme disfrazado de noticia, poco o nada iba hacer para mi vida y poco o nada iba hacer para mi interés de estar verdaderamente informada.

Sin embargo, me terminé de decepcionar cuando vi la forma cómo los medios más importantes de la nación, trataron, con tan poco tacto, el tema del divorcio de James Rodríguez y su ahora exesposa Daniela Ospina. Entraba a las redes sociales y a las páginas de los periódicos, y me sentía viendo una revista de chismes a grandes escalas, pues los titulares y su contenido dejaba mucho que desear. El morbo fue más fuerte que la decencia, y la separación de uno de nuestros héroes nacionales, cuyos únicos ‘pecados’, al parecer, han sido el de darnos goles de euforia y el de ayudarnos a posicionar a Colombia como un país de talento futbolístico, se convirtió en una burla y en un absoluto circo.

El problema no es que la gente comente con la locura que se les ocurra, pues educar a los millones que se encuentran en las redes sociales es un absoluto imposible. El problema, por el contrario, está es en lo que comentan y dicen las voces de peso de esta nación al respecto, está en la manera cómo abordan, esos que dicen ser ‘serios’, un tema tan delicado, y está en el respeto, o en la falta de él, que demuestren a la hora de estar frente a un micrófono o una hoja de papel.

Porque un verdadero periodista es aquel que jamás pondría su integridad por debajo de unos cuántos puntos de más. Lástima que de esta ‘especie’ en vía de extinción, ya solo queden tan pocos.

@marcelagarciacp