Siempre he sido río, un río que da de beber y de pescar, que corre y se detiene... Sí, siempre he sido río por vocación.
Nada me doblegaba. Nada podía conmigo, con mi vocación de ser río... Sí, eso soy yo: un poco
poeta, un grávido río.

(José Eustasio Rivera, escritor)

La ciudad de Barranquilla surgió a partir de la evolución del asentamiento de grupos humanos alrededor de los caños anexos al río Magdalena, en lo que hoy día se conoce como el centro histórico de Barranquilla. En sus inicios este lugar era un punto de intercambio de alimentos y artesanías de los grupos indígenas de la región y como atracadero de canoas, lo que demuestra que en Barranquilla el comercio ha sido desde siempre una actividad económica importante (Villalón J., 2006).

No obstante, el Río Grande de la Magdalena ha sido históricamente desdeñado, y desde de allí se desarrolló una auténtica urbe con empuje socioeconómico, con acelerado desarrollo urbanístico, educativo y cultural. Esos bríos empresariales, sociales y culturales, incidieron y transformaron nuestra ciudad en pionera para el desarrollo nacional y local, con la aparición de zonas industriales, actividad periodística, cine mudo, empresa telefónica, hoteles, acueductos, vías y la constitución de la primera empresa de aviación en América Latina; todo ello condujo y ha ayudado para fortalecer nuestro actual Distrito Especial, Industrial y Portuario.

En consecuencia, la historia de Barranquilla está estrechamente ligada al Río Grande de la Magdalena, empero no tiene vida en las representaciones de la ciudadanía de la ciudad. Ello ha generado procesos como la anulación del río de cara a la ciudad, un preocupante cercenamiento de sus ecosistemas y territorio, carencia de esos espacios urbanos, conllevando a la eliminación de este ámbito eco-socio-cultural que debe representar bienes comunes en la ciudad considerados relevantes para fomentar iniciativas desde los ciudadanos vía convivencia ciudadana. Además, sería un aspecto vital para el mejoramiento de estilos de vida saludables, del medio ambiente y para concienciar sobre la identidad ribereña de nuestra ciudad.

El proyecto de recuperación de la navegabilidad del río Magdalena puede traer beneficios para mejorar sus condiciones hidrodinámicas que ayudan a su canal navegable, generar nuevas zonas de alimentación de peces y reparar los ecosistemas deteriorados. Asimismo esta acción conlleva amenazas para la sustentabilidad de la pesca, el riesgo para la continuación de especies endémicas como el bocachico y el deterioro acelerado de cuerpos de aguas, fauna y flora.

Así las cosas, el río, para su intervención, debe ser tratado como “bien común”, lo que expresa que todos los ciudadanos pertenecientes a comunidades así sean comparativamente extensas -inclusive el planeta total- tienen derecho a participar de sus recursos. Por lo tanto, el río debe ser articulado a la vida cotidiana y sociocultural de la ciudad, superando la visión reducida de cuestiones administrativas, económicas y portuarias. Igualmente, las autoridades locales tendrán que repensar un nuevo equilibrio entre estado, sociedad y mercado, para la proyección de una nueva articulación entre los distintos actores sociales.

En esa perspectiva, el Río Grande de la Magdalena reclama para su gestión la cultura del cuidado, que consiste en el mantenimiento y fortalecimiento cotidiano de la vida, la salud y el bien vivir de los ciudadanos asentados en la urbe barranquillera. Por ello se exige estrategias ligadas con la ecosostenibilidad, para considerar a nuestro río como una casa para todos, una casa que debemos atender y cuidar.

*Docente investigador de la Universidad Simón Bolívar.