En días pasados fue inaugurado un tramo de lo que se ha denominado el gran malecón, localizado en la ribera occidental del río Magdalena, en terrenos del centro de eventos y convenciones Puerta de Oro. Los doscientos setenta metros que se han habilitado muestran un diseño cuidadoso y atractivo, con un buen tratamiento del espacio público, del mobiliario, de la iluminación y de las zonas verdes. Salvo la ausencia de infraestructuras adecuadas para las personas en condición de discapacidad y la dotación de baños, asunto al que se le ha prometido pronta solución, la calidad de la obra permite suponer que cuando se completen sus cinco kilómetros de extensión, el malecón será un importante referente urbano para nuestra ciudad y seguramente se convertirá en su espacio más icónico.

Algunos titulares de prensa mencionaron que con esta obra el sueño de los barranquilleros –mirar al río Magdalena– había empezado a hacerse realidad.

El comentario resulta llamativo, pues parece olvidar que hace algo más de tres años fue puesta en servicio una infraestructura similar en La Loma, que en su momento fue acompañada por titulares similares, con la cual tuvimos una primera oportunidad para asomarnos a nuestro Río. No quisiera pensar que estos dos proyectos –el de La Loma y el de Puerta de Oro–, que además marcan simbólicamente el comienzo y el final de lo que debe ser un solo malecón, estén desconectados conceptualmente, dado que se deben entender como una sola unidad.

Sin embargo, ambos malecones viven momentos distintos. Hace poco recibí comentarios separados que me informaban sobre el deterioro al que estaba sometido el malecón de La Loma. En los relatos que escuché se daba cuenta de su aparente abandono y que estaba siendo poco a poco invadido por basura y desperdicios, tanto, que unos visitantes extranjeros que habían tenido la oportunidad de visitar el tramo nuevo expresaron con angustia que ojalá aquel bonito malecón no terminara como el otro, “sucio y descuidado”.

Creo que estamos nuevamente repitiendo una vieja y mala costumbre tercermundista: construir y no mantener.

No tiene porque ser así. El ejemplar mantenimiento que tienen nuestros renovados parques, una de las iniciativas más valiosas de la administración distrital, nos demuestra que con adecuada planeación podemos conservar en buen estado nuestras infraestructuras públicas.

Si se puede con los parques se debe reclamar un esfuerzo similar con el malecón en todos los tramos que se vayan habilitando, para evitar que el deterioro los destruya antes de completar toda la extensión del proyecto. Sería muy triste tener que reconstruir lo que se ha logrado hace tan poco tiempo.

Nuestra ciudad necesita espacios públicos de calidad. En los últimos años, con los parques, la plaza de la paz, la canalización de los arroyos, el programa de arborización masiva y los dos malecones, hemos comenzado a corregir un viejo déficit. No podemos darnos el lujo de retroceder y permitir el deterioro de lo construido, no repitamos viejos errores.

moreno.slagter@yahoo.com

@Moreno_Slagter