Para hablar de las sanciones a Rusia esta semana, es importante ver lo sucedido con lupa para no caer en espejismos: no son las primeras en tiempos recientes, no las impuso Donald Trump, no son solo contra Rusia y las avaló un congresista republicano y no un demócrata. Lo que sí es cierto es que es un castigo por la injerencia rusa en la campaña presidencial de 2016.
Y sin necesidad de lupa hay que advertir que es una jugada del Congreso –dominado por el mismo partido del presidente–, a varias bandas: las aprueba pese a Trump y por eso este es el primer castigado; le envía un mensaje a Vladimir Putin en el sentido de que una cosa es la Casa Blanca y otra el Capitolio, donde avanzan las investigaciones que involucran a los rusos, y de paso mete a Irán y a Corea del Norte en el mismo paquete de castigados para darle un matiz al asunto.
Castigar a Putin en tiempos de Trump es como desconfiar del mejor amigo del hermano mayor. De ahí que la reacción del presidente hubiera sido rabiosa: “Traspasa de forma inapropiada el poder Ejecutivo, pone en desventaja a compañías estadounidenses y daña los intereses de nuestros aliados europeos”. Lo que no puede desconocerse es que esa relación de Trump con su nuevo mejor amigo tiene preocupados al Capitolio y a los medios de su país porque aún están por esclarecerse muchas cosas como los nexos de Jared Kushner, yerno, empresario y asesor personal del Presidente, al que se acusa de haberse coluido con funcionarios rusos durante la campaña de 2016.
Lo que acaba de hacer el Congreso de manera abrumadora (92-2) en el Senado es un mensaje fuerte: mantiene la línea dura de Obama –Crimea fue el anterior motivo de sanciones–, le mete presión a terceros países para no negociar con Moscú en un sector clave como el energético, y colateralmente indispone a los aliados europeos de uno y otro país. Eso explica la reacción retaliatoria como la expulsión de 755 empleados de la embajada en Moscú. Este clima adverso en la relación de dos grandes jugadores mundiales es, por lo demás, un golpe comercial para Rusia, comoquiera que EEUU es su quinto socio comercial, pero lo es más grave el hecho de que le ahuyente a otros compradores que no quisieran exponerse a sanciones de Washington. Por eso, la Unión Europea ya tomó cartas en el asunto y advierte que no permitirá sanciones a empresas que tienen relaciones con Rusia.
Aunque es muy pronto para saber en qué desemboca este castigo en la práctica, lo que sí es claro es que no es un asunto menor porque más allá de lo comercial los dos países tienen acuerdos de entendimiento en asuntos neurálgicos como armas de destrucción masiva, guerra contra el terrorismo o la pacificación de Siria. Por ahora, habría que decir que el recelosos “establishment” de Washington se le metió al rancho a Trump.
*Abogado, MPA, MSc