Las relaciones entre los seres vivos y su entorno es un tema que a todos preocupa de una u otra forma, y a muchos les importa poco. En ocasiones, el concepto de “medio ambiente” suele ser vago e indefinido y hasta resulta un tema asociado solo con ecologistas. El respeto por la naturaleza es ante todo cuestión de sentido común, puesto que el entorno influye y repercute directamente sobre “nuestra” salud y bienestar.

Muchas veces culpamos a las grandes industrias de problemas ambientales, como la contaminación y el excesivo gasto energético, pero no tomamos consciencia de que podemos ayudar haciendo pequeños cambios que son importantes, como la energía que usamos, la forma de trasladarnos, el reciclaje de los residuos que generamos, el consumo de agua y otros.

La nueva estrategia que han implementado las tiendas, almacenes y supermercados de cobrar las bolsas plásticas, nos puede llevar a pensar: ¿Qué tal que ese costo fuera de $1.000 o más?, ¿lo sentiríamos? Muy seguramente, porque lo que le duele al bolsillo es lo que enseña. Si no miremos como se ha regulado la velocidad de los carros por miedo a los comparendos. Pero, ¿esto contribuirá a modificar la polución que generan los plásticos?

Si no se cambia el chip de que verdaderamente hay que pregonar y aplicar correctivos sobre lo que se oye a diario: el cambio climático, el calentamiento del planeta, el envenenamiento de las aguas, la destrucción de bosques, sustracciones de reserva forestal con fines de titulaciones privadas, la tala y la quema indiscriminada de esos terrenos para uso del suelo y su conversión a obras de infraestructura, viviendas y cultivos; seguiremos hipócritamente estando de acuerdo con el cambio pero sin reaccionar.

Los daños medioambientales no se tienen en cuenta cuando hay guerras. Por ejemplo, cuando estas acaban, la paz para los habitantes viene acompañada de aguas tóxicas, minas quiebra patas y cientos de secuelas más. El afán de tener el mejor móvil, la tablet de última generación, genera mucha basura electrónica que es difícil de reciclar o destruir y contamina.

De acuerdo con entidades encargadas de preservar el medio ambiente, el valor ecológico, ambiental y social que este tiene es incalculable e irremplazable. Estas sugieren que el mayor desafío que tenemos que enfrentar es disminuir la huella ecológica que estamos dejando, porque hemos emitido más dióxido de carbono a la atmósfera de lo que los océanos y bosques pueden absorber, estos se han agotado más rápidamente de lo que pueden volver a reproducirse y crecer, y siguen más atentados contra el entorno…

El mundo no se acaba cuando nosotros acabamos. Le dejaremos un legado a las futuras generaciones, ¿cómo queremos que sea? No solo tenemos el deber de la esperanza, sino que debemos tener el deber de la acción para reconciliarnos con la naturaleza y no seguir con la hipocresía ecológica.

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