Señor(a) corrupto(a):
Mi nombre no importa porque esta carta no la he escrito sola. Por el contrario, cada letra y cada frase escrita aquí viene acompañada por el sentimiento unánime de los millones de colombianos que hoy se sienten defraudados por usted, de los millones de colombianos que creyeron en su palabra, y de los millones de colombianos que hoy carecen de lo básico porque usted se ha llenado de tanto que no le pertenece.
Con poca diplomacia –pues la decencia no ha hecho parte de su carácter– y, por ende, no le rendiré la cortesía de embellecer mis palabras, comienzo esta carta diciéndole lo siguiente: señor(a) corrupto(a), estamos ‘mamados’ de que se robe nuestro trabajo. Estamos ‘mamados’ de que nos prometa más, únicamente para dejarnos con menos, estamos ‘mamados’ de que se haga pasar por uno más del pueblo durante sus campañas, únicamente para terminar quitándole a ese mismo pueblo hasta el sueño de convertirse en algo más grande, estamos ‘mamados’ de que se burle de quienes hemos creído en sus discursos llenos de mentiras, en su slogan pegajoso, en su saludo fraternal y en su aparente generosidad que tan solo disfraza su avaricia. Pero, sobre todo, señor(a) corrupto(a), estamos ‘mamados’ de que se nos exija tanto, cuando usted quiere que nos conformemos con tan poquito.
Si usted es de aquellos que duerme tranquilamente por las noches, creyendo que se merece lo que se ha metido en su bolsillo –que pareciera no tener fin–, o es de aquellos que adorna su remordimiento escudándose con el famoso dicho ‘es que así es como se hacen las cosas aquí’, quiero decirle que no tiene derecho a conciliar el sueño, ni tiene derecho a estar libre de culpa, pues cada vez que le pega un ‘mordisco’ a un contrato, cada vez que hace que una carretera cueste el triple, cada vez que, por su cuenta, se sigue agrandando el hueco fiscal que tiene a este país en la desgracia, usted nos está robando a nosotros la posibilidad de vivir en una nación sin analfabetas, una nación sin miseria, una nación con prosperidad, una nación de deportistas, una nación sin hambre, una nación distinta. Pero, sobre todas las cosas, señor(a) corrupto(a), cada vez que usted vende su alma por plata, usted le está robando a la gente la esperanza de seguir creyendo, y le está quitando a los funcionarios públicos que sí hacen, que sí son honrados y que sí quieren darle la vuelta a Colombia, la posibilidad de que el pueblo colombiano crea en su palabra.
Por esto, y por muchas otras cosas más, hoy concluyo esta carta diciéndole que más allá del miedo que debe tenerle a que, finalmente, la Fiscalía, la Procuraduría o la Contraloría le caigan encima como es debido, usted primero debe tener es vergüenza con el pueblo que lo puso donde nunca ha debido estar sentado, y debe pedirle perdón a los millones de colombianos que pagamos impuestos, haciéndonos más pobres, únicamente para que gente como usted se siga haciendo descaradamente más rico.
Porque el cáncer más grande que tiene este país se llama la corrupción, y la única manera de acabar con él es dejando de comprar esos ‘remedios’ que han resultado ser mucho peores que la misma enfermedad. Como usted y como todos los que le siguen sus pasos.