Por estos días algunos padres de familia no saben cómo asumir el hecho de que en uno de los programas infantiles más vistos por sus niños, la Doctora Juguetes de Disney Junior, apareció una familia homoparental. El capítulo llamado ‘Plan de emergencias’ tuvo como tema central la importancia de las medidas de prevención ante un desastre natural, pero en el episodio aparecen Portia y Rossi, una pareja de lesbianas que forman una familia con dos hijos. Los más conservadores creen que el estandarte de seguridad que les ofrecía Disney ha desaparecido y que ahora se enfrentan a una revolución moral casi apocalíptica.
El tema es que olvidan que Disney jamás ha sido inocente. Desde siempre ha sido una maquinaria de producción de contenidos que reproducen unos sentidos de moralidad muy específicos, que todo el tiempo marcan la diferencia entre el bien y el mal. Desde ese lugar distribuyen los castigos o entregan la felicidad para siempre.
A través del tiempo se han encargado de promover estándares clásicos de género, raza y clase. Lo deseable era ser una princesa blanca, bonita, heterosexual y que aspirara a ascender de clase social. Fomentaron todos los estereotipos sexistas, relacionados con una idea de supuestas virtudes femeninas como las habilidades para el canto, la bondad, la paciencia, la dulzura y la belleza. A los hombres los asociaron con la fuerza, el poder y la valentía.
Hace algunos años Disney tuvo un giro de forma. Acudió a los lenguajes diplomáticos, de lo que se considera políticamente correcto. Se empezó a evidenciar una idea de inclusión y de defensa de derechos de las comunidades, pero de fondo no se cuestiona la estructura básica del sistema. Es decir, personajes heterosexuales, en los que la clase es importante, pero la princesa es negra. O, por ejemplo, la misma bella y bestia en un castillo, bajo el mismo dominio, pero ahora la bella es feminista.
Todo termina siendo además una excelente estrategia como empresa para llegar a todos los públicos, para adaptarse a las nuevas generaciones de comunidades diversas.
Los sentidos de moral que promulga Disney siguen siendo los mismos, con eso pueden estar tranquilos los padres conservadores. Lo que ocurre es que ahora se venden con estrategias de marketing diferente. Lamento informarles que Disney no es precisamente la revolución de nada. Aún cuando han dado un giro que acude a esas nuevas formas, una princesa feminista o una pareja gay, no representan a cualquier feminista ni a cualquier pareja gay. Solo a aquellas que se ajusten a esos tipos de moral entre lo que considera bueno. No se está reconfigurando nada. Apenas se cambian ciertos lenguajes, pero en el fondo no resultan ser una propuesta crítica ni sobre género ni sobre raza, y mucho menos sobre clase. Así que tranquilos padres conservadores, una pareja de lesbianas en un capítulo de la Doctora Juguetes no es la gran cosa. Su mundo Disney como lo conocen y lo defienden, sigue más o menos intacto.
@ayolaclaudia
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