Creo profundamente que reconstruir las instituciones del Estado y alcanzar el desarrollo sostenible de todos los colombianos, solo puede lograrse si las empresas privadas hacen como Gascaribe y muchas otras, que entienden y practican la economía solidaria, es decir, invertir en promover los emprendimientos y pequeños negocios que existen en los municipios pequeños y corregimientos hasta ahora ignorados por los ciudadanos de las capitales departamentales, cuando no por los mismísimos funcionarios de las cabeceras.

Claro que sin lugar a duda alguna son los residentes de esos lugares perdidos en nuestra geografía quienes tienen que iniciar el acercamiento y buscar las ayudas gubernamentales, porque las hay abundantes y buenas pero dispersas por las instituciones y apenas ahora comienzan a unir esos esfuerzos para que la gente acceda más pronto a el apoyo necesario para pasar de ingeniosos artesanos a verdaderos empresarios. Y les digo, es la única forma de que la paz progrese y no se repita la negra historia de pueblos que se arman en razón del desamparo y la sin salida. Todo esto para decirles que en nuestro departamento existe el Corregimiento de Chorrera, al interior del Municipio de Juan de Acosta, que no tiene más de 200 habitantes pero exporta sus tejidos a China, Japón, Tailandia, México, España, los Estados Unidos y la República Dominicana.

Tejer en Chorrera es una herencia centenaria que practican 150 mujeres de sus 200 residentes que, como me dijo Yamelis Molina, comenzó como asociación en el año 2000 sin mayores expectativas, pero para el 2009, y luego de cursos dictados por instituciones gubernamentales sobre cómo comercializar y hacer negocios, las adoptó la Fundación Gases del Caribe acompañada por Famiempresas y la voltereta ha sido de 180 grados: contrató a una diseñadora de planta que enseña y dirige nuevos diseños no solo de forma sino de tejido y uso del color. Esa inversión de la empresa privada las ha fortalecido al punto de que hoy participan en ferias nacionales y sus carteras y mochilas transformadas con marroquinería propia son un producto muy bien pago y deseado. La verdad, la iniciadora de la asociación, doña Marta Molinares, quien murió en 2016 con 106 años, debe sonreir feliz de ver que un sitio perdido en los caminos del Atlántico es hoy punto obligado de visita para compradores internacionales interesados en la artesanía elevada a arte. Fue premonitorio el nombre de la asociación: Arte y Tejido, que cuenta con sede propia, una marroquinería para terminar asas y cierres, y unos pocos caballeros que están en esa sección. Luego sí se puede, señores empresarios, y se debe. Y tengan claro que cuando apoyan a las mujeres se beneficia toda la población, porque como dijo el Papa Francisco, somos las dueñas de la armonía y aprendimos a compartir antes que a competir.

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