El trabajo para toda la vida —con ascensos, formación y crecimiento progresivo del salario—, ha venido desapareciendo y se vuelve cada vez más inalcanzable para la mayoría de los colombianos.

Los hijos de las fábricas que construyeron una sólida clase obrera, y que con sus organizaciones sindicales consiguieron mejorar el nivel de vida, son hoy piezas de museo.

La globalización económica, dice el sociólogo alemán Ulrich Beck, ha descubierto la nueva fórmula mágica de la riqueza, que consiste en crear empresas sin trabajadores y sin pagar impuestos. Para esto, cada día se automatizan más los procesos de producción, y los gobiernos buscan reducir al máximo la tributación a las firmas, con la vaga esperanza de que se puedan crear más empleos.

Hoy en el país casi nadie habla del derecho al trabajo. La industria manufacturera, que generaba muchos empleos, se ha desplazado al Asia, donde trabajadores invisibles lo desarrollan en sus casas, o porque los procesos productivos se han reemplazado por tecnología digital.

Ojalá en la próxima elección presidencial el derecho al trabajo sea un tema central. Según el DANE, el desempleo en el país es del 10,8%. Pero esta cifra es engañosa, porque incluye a los trabajadores por cuenta propia, a los que califican de emprendedores. Cada día aumentan los emprendedores que, por falta de empleo, se tienen que tomar las vías públicas para vender arepas, fritos, comida, ropa usada, lotería; y otros ingresan al trabajo ilegal donde el microtráfico, los hurtos y los atracos se van multiplicando.

Deberíamos empezar a prepararnos para la cuarta revolución industrial, que implicaría una disminución drástica de las ofertas de trabajo. Según expertos, en 2020, debido a la tecnología digital, en América Latina desaparecerá el 20% de los empleos actuales. Y, según el Banco Mundial, dos tercios de los trabajos que se realizan en los países en desarrollo se pueden automatizar.

Nunca habrá una paz digna en el país si no hay oportunidades laborales. Así como en la Revolución Industrial los artesanos debieron cambiar de oficio, en lugar de lamentarse por la ausencia de empleos y vivir maquillando los datos de desempleo, hay que dar un gran salto cualitativo como sociedad, que debe iniciarse con una profunda reforma a la educación superior en los aspectos relacionados con la formación para el trabajo. Eliminando profesiones obsoletas y creando otras más cercanas a las nuevas necesidades, como biotecnología, nanotecnología, inteligencia artificial y robótica, telecomunicaciones, neurociencias, sistemas computacionales, diseños, artes y humanidades, que son los campos más asociados a la generación de empleos en el futuro.

Las superpotencias económicas del mundo tienen capacidad para iniciar guerras y así deshacerse del desempleo y generar ingresos por la venta de armas. Afortunadamente, Colombia no tiene esta alternativa. Pero podría ser una oportunidad aprovechar la nueva economía digital dando, especialmente a los jóvenes, las herramientas cognitivas a este nuevo mundo marcado por el desarrollo de la ciencia y de la tecnología.

joseamaramar@yahoo.com