En Colombia hay actualmente muy pocos consensos porque todo está impregnado, no solo de ideología sino de pasiones, algunas no muy santas. Sin embargo, en lo que todo el mundo está de acuerdo es en la imperiosa necesidad de que la economía nacional retome una senda de crecimiento alto y sostenible. Pero básicamente hasta ahí, porque el cómo, el dónde y el para qué varía casi que de acuerdo al experto al que se le consulte. El Gobierno sigue poniendo su apuesta en la construcción –que está de capa caída– y en este sector siente que puede influir a través de estímulos, pero más que todo en las famosas 4G. Es decir, en las grandes carreteras que –de acuerdo con la teoría– son la salvación de una economía tan retrasada en infraestructura. También le ha agregado, a última hora, las vías terciarias, esas sí generadoras de empleo, con alto contenido de equidad, según muestran estudios del CiSoe; además acercan a los campesinos a los mercados y mejoran su acceso a bienes públicos. Pero resulta que las 4G siguen con serios problemas para su financiación e implementación, y la corrupción en este sector no ha ayudado en nada, sino que por el contrario existe –con razón– mucho temor a grandes escándalos en el manejo de las altas inversiones que requieren.

Una mirada un poco menos angustiada y de pronto más realista hace pensar primero en el sector rural. Es la actividad que en este momento está mostrando dinamismo y, para muchos, es allí donde se empiezan a ver los resultados del acuerdo final con las Farc. Obviamente el mayor escollo es la tierra y también –ahora queda más claro– el manejo que este país hace del agua, sin lo cual es imposible alcanzar altas productividades que son imprescindibles. El tema más controversial es que la tierra que necesita formalizarse y asegurar su acceso a toda esa población campesina que está prácticamente en microfundios, se enfrenta a una paradoja. Los grandes empresarios del país piden a gritos la reactivación de la economía, pero al mismo tiempo muchos de ellos se oponen a una mejor redistribución de la tierra. No es sino mencionarle el tema a los ganaderos que tienen en promedio una cabeza de ganado en casi dos hectáreas. El colmo de la ineficiencia, porque tienen las mejores tierras de la frontera agrícola actual.

Pero como tenemos que generar valor agregado, lo lógico es que se desarrollen simultáneamente mayores sectores agroindustriales que no generen conflictos, como los que se presentan actualmente entre los productores de arroz y los molinos que lo procesan. No es una fórmula mágica, pero se ve mejor que muchos otros sectores de la industria, algunos de los cuales manejaron la globalización al revés, se fueron al exterior y otros se volvieron importadores. Es posible que la situación de algunos industriales sea como la descrita y por eso no les sirve la tasa de cambio actual para exportar sus productos. La agroindustria es una alternativa viable en el mediano y corto plazo. Este es el reto.

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