La abismación existente en Cosme, la novela de José Félix Fuenmayor que al parecer está siendo de nuevo leída tras los 90 años de su aparición, constituye ciertamente uno de los hallazgos sugestivos de este libro que ya en su momento, por ése y otros aspectos, representó una novedad para las letras latinoamericanas. Y no me refiero tanto a la interpolación, dentro del cuerpo narrativo principal de la novela, de ciertas historias derivadas que algunos personajes cuentan a otros, como al hecho de que un capítulo completo, el 35, esté dedicado al planteamiento de otra novela, de otra ficción escrita, cuyo autor es el extravagante y vividor escritor Remo Lungo.

Pero he aquí que, además de la novela de Remo Lungo, uno puede hallar otro libro enmarcado dentro del libro de Fuenmayor, que no está ya tan claramente deslindado como el de Lungo, por lo que su identificación y delimitación es tarea que corresponde al lector. Debo decir que yo la hice, pues en cuanto vislumbré ese otro libro implícito en el texto de Cosme, atrajo él mi atención e interés en igual grado que lo hacía la novela misma que lo contiene.

Este opus tertium (si lo sumamos a la obra-madre Cosme y a la novela innominada de Remo Lungo, las tres estimadas como piezas distintas, aunque desde luego estrechamente imbricadas) consta de los nueve diálogos socráticos, más o menos extensos, que mantienen entre sí don Damián, padre de Cosme, y su íntimo amigo, compadre y consejero el doctor Patagato. El primero de los diálogos coincide con el comienzo mismo del libro de Fuenmayor y el último abarca todo el capítulo 27, que precede al de la muerte accidental de uno de los interlocutores, lo que desde luego pone fin a esta apreciable obra filosófico-literaria.

En tales diálogos, el doctor Patagato, un médico culto, agudo y bondadoso, desempeña el rol de Sócrates (como ya lo indicó Guillermo Tedio), esto es, el del interlocutor que, dada su mayor sabiduría, conduce el coloquio y aclara las dudas del otro. Los temas son diversos, pero todos tienen como punto de partida problemas concernientes a la vida de Cosme en las distintas etapas de su desarrollo –incluido el problema relativo a su concepción–, salvo dos inducidos, uno, por la enfermedad de Ramona, madre de Cosme, y el otro, por la aflicción y subsecuente dipsomanía de don Damián.

Don Damián y el Dr. Patagato reflexionan sobre el origen de la personalidad, las distintas clases de caracteres, los factores que inciden en la conducta moral, las ventajas sociales del disimulo y aun de la hipocresía, la administración de justicia, la enfermedad, educación, arte poética, espiritismo…

El grado de perspicacia de estas “sutiles pláticas”, que destilan más bien una visión desengañada del mundo, llega a ser tan penetrante que no hay apenas una en que el lector no resalte o copie aparte alguna o varias sentencias, las cuales, leídas luego en forma aislada, muestran mejor el brillo y el pulimento de su indudable carácter aforístico.