A los inmigrantes vecinos de la ciudad Santuario, en Texas, el avasallamiento de la naturaleza los ha salvado del desahucio al que la Ley SB4 del presidente Trump les obligaba con orden policial. La ley ha sido paralizada cautelarmente 24 horas antes de que entre en vigor. Mientras se decide si es constitucional, treinta mil evacuados que forman el denominador común de “las víctimas sin papeles” están esperanzados en que se aplique el DACA: acción diferida para los inmigrantes con intercambio de servicios y favores para todas las personas llegadas a EEUU en la infancia antes de cumplir los 16 años que regía desde junio de 2012, bajo el gobierno del presidente Obama.
Ante el atropello de la naturaleza y ante la medida solidaria del alcalde de Houston que les mandó a sus vecinos más vulnerables el mensaje: “Me da igual quien seas, me da igual cuál sea tu situación migratoria. No quiero que corras el riesgo de perder la vida porque estás preocupado por la Ley SB4”. “No vamos a pedir documentos ni estatus migratorio en ningún albergue”. Lo dijo en español. Todo un gesto que sí abre el corazón a la esperanza de solidaridad.
Cuando la furia de Harvey va cediendo llega Irma. El huracán que consideran un monstruo nunca visto en el Atlántico. La naturaleza, como otro Kin Jong-un, quiere demostrar su imperio. Y ‘los sin papeles’ que, por una vez, han estado al compás de los más poderosos porque también a ellos la naturaleza los inundó, sacando fuerzas de flaqueza tendrán que esperar un tiempo más para saber la ocurrencia de Trump. Se impone el coraje de vivir. Sin llanto. Las lágrimas estorban cuando hay que pelear la vida.