Los feos somos más, muchos más, pero estamos mal organizados. Si no nos sacudimos ya de este peligroso letargo político, quizás muy pronto a los menos bonitos de nosotros los empiecen a meter presos sin contemplación: en Shanghái, en la Universidad de Jiao Tong, ahora se han inventado la máquina para, con solo una foto de cara, poder determinar quién es un criminal y quién no.

No es lo mismo, pero es igual: casi todos los feos tenemos cara de culpable. ¿Quién puede fiarse de que una máquina siempre vaya a saber distinguir entre un feo con dolor de muela y un matón vengativo? ¿Quién va a establecer la diferencia entre una cara de criminal y una cara criminalmente fea? Por eso digo que tenemos que organizarnos en cofradías, protestar con muy mala cara y defender nuestros buenos derechos.

Esto es la locura china. Xiaolin Wu y Xi Zhang son los dos ‘casilindos’ que están detrás de este peligrosísimo invento. Mas no son los únicos. La empresa Cloud Walk, con sede en Sao Paulo y negocios con la Policía china, además de analizar las caras, analiza también el comportamiento y hasta la forma de caminar de los transeúntes. Con lo del comportamiento, en realidad se refieren a que graban y etiquetan a todas las personas que se mueven por lugares sospechosos (¡aquí quedarían injustamente fichadas las pobres mujeres de la limpieza que trabajan en el Capitolio Nacional!). Pero más preocupante todavía es lo otro: ya ahora uno no va a poder caminar con su habitual swing magnético, y la Pantera Rosa y todos los salseros de paseo dominical también van a acabar presos porque una dichosa máquina confundirá su sabroso caminao con el de los rateros nocturnos.

En realidad, ese invento no es nuevo, la evolución natural nos lo legó a nosotros hace miles de años: con solo una primera mirada ya todos nos sentimos con potestad para juzgar el alma de cualquier desconocido. “A esa tal Zutanita le brinca el ojo”. “Ese tal Perencejo es medio delicadito”. O como sentenció en primera instancia el suegro de un amigo mío apenas la niña de la casa los presentó a los dos: “Yo conozco al hombre flojo, aunque lo vea bien sudado”. Inclusive nuestro mismísimo Joe Arroyo, con toda su magia de empatía y su inmensa generosidad de espíritu, pero también él cojea del mismo pie cuando nos canta aquello de que “Salí de las Islas Guayanas cuando vi… la cara de Manyoma”.

La gran diferencia es que por los prejuicios que uno se haga al primer golpe de vista a nadie lo van a meter preso. En cambio, con la máquina demoniaca esa, ahora sí vienen duro por nosotros: ¡por feos y desorganizados!

Sí, porque si en cambio todos los feos del mundo nos uniéramos en protestas, estoy seguro de que todas esas máquinas enemigas del género humano enseguida quedarían terminantemente prohibidas.

Yo con todo esto no me estoy preocupando solo por mí. Aunque, por mis amigas, la verdad es que estoy muy tranquilo: todas son bellas y hermosas. Lo que de verdad me inquieta es que el día menos pensado me suene el teléfono y al otro lado una voz de tono Fruko me diga: “¡Oye! Te hablo desde la prisión…”, y resulte ser uno de mis tantos amigos feos explicándome que en el mundo en que ahora él vive “siempre hay cuatro esquinas”.

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