En medio de la resonante, emotiva y ajetreada visita del Papa a Colombia, ‘Tu Papá’ partió a Paraguay para encarar la Copa Sudamericana.

Junior viajó a enfrentarse al Cerro Porteño y a poner en práctica la recomendación que nos hizo el sumo pontífice a todos en su primer día en suelo colombiano: “No se dejen robar la alegría y la esperanza”.

El equipo está motivado y esperanzado en superar estos octavos de final y avanzar mucho más en el torneo internacional.

¿Se necesita un milagro del Papa Francisco?... No. Tampoco así. Se necesita que los discípulos de Julio Comesaña apliquen lo que se les predique, que Sebastián Viera meta sus manos de ángel de la guarda, que la defensa construya un arca segura, casi blindada, para el diluvio de centros paraguayos que se presagia, que el mediocampo se ilumine y ¡que Roberto Ovelar haga un golcito, por el amor de Dios!

Pero además de todos estos aspectos futbolísticos, completamente terrenales y factibles, en esta clase de partidos internacionales, ante rivales de tradición y jerarquía, se necesita poner todo el carácter, lucha, garra, combatividad, coraje, enjundia, temple, temperamento, perrenque, verraquera, fuego en el corazón (como decía Fabio Poveda Márquez) o mística ovalada (como decía Édgar Perea eufemísticamente a eso que encierra y produce la testosterona).

De todo eso, llámelo como quiera, les ha faltado bastante a los jugadores de Junior que han encarado los últimos torneos continentales. También por cuestiones deportivas, tácticas y técnicas, pero principalmente por lo anterior, ha costado igualar y superar la mejor participación internacional en la historia del equipo (en 1993, cuando estuvo a un penal de llegar a la final de la Copa Libertadores de la mano de Carlos Valderrama). Por eso rivales sin palmarés, sin charreteras, sin tanta historia como Racing de Montevideo (en la eliminatoria de la Libertadores de 2010), Chapecoense (en los cuartos de final de la Sudamericana 2016) y Atlético Tucumán (eliminatoria de la Libertadores 2017) han hecho pasar malos ratos.

No se necesita al Papa, que ya tiene suficientes peticiones futbolísticas con su querido San Lorenzo de Almagro y su apurada selección Argentina, se necesita que ‘Tu Papá’ se tome a pecho el apodo y se haga respetar en cualquier cancha con calidad y carácter.