El golazo de Falcao García ante Brasil produjo una emoción en el estadio y en todo el país futbolero que no necesita ser explicada. Las jugadas del fútbol que logran sacudir la emocionalidad del hincha se sienten, no se explican. Pero voy a asomarme un poco por la ventana del análisis que en estos casos suele estar al final del pasillo.
Incorporaré unos conceptos que coadyuvaron a que Falcao les regalara esa alegría a los fanáticos de la Selección Colombia. En primer lugar, la jugada tiene un inicio poco favorable: Arias conduce el balón hacia James contra la raya lateral y se la entrega muy cerca y acosado por dos rivales. Pero el lateral se da cuenta que puso en aprietos a su compañero y decide desmarcarse a espaldas de los dos defensas de Brasil que iban a presionar a James. Ese movimiento le termina dando un valor real al lujoso taquito que el diez de Colombia tuvo que improvisar, como el único recurso que tenía, para salir de esa emboscada contra la raya que ya parecían completar con éxito los brasileños.
Acto seguido viene la complicidad entre el que envía el centro al área y el rematador. No hay un definidor sin un cómplice. La calidad en la dirección, la fuerza y la altura del centro eleva el porcentaje de acierto del goleador.
Mientras Arias se encontraba con el balón sobre el costado derecho, en el área Falcao se hacía el desentendido y trotaba suave en dirección al arco rival. Este detalle es importante en el desenlace de la jugada porque con esa actitud, Falcao ‘distrae’ a Marquinhos, su marcador, que disminuye su atención sobre el nueve y la fija toda en el balón que es propiedad de Arias y anuncia un centro. Craso error. A goleadores así no puedes perderlos del radar un segundo. Ese instante, breve instante (para los goleadores es un día), fue el que aprovechó Falcao para cambiar de dirección y llegar primero al balón.
¿Por qué sabe que el balón llegará adelante y no atrás? Posiblemente es por el olfato que los goleadores tienen como un don. Quizá, porque pensó que desde aquel lugar, lo más probable es que Arias no tuviera fuerzas para llevarla al segundo palo.
Yo creo que es, además, porque le han ocurrido muchas veces ese tipo de situaciones. Aprendizaje continuado. Entonces su cerebro envía la orden y activa un reflejo: debo correr hacia adelante. Es una decisión que él no está elaborando, como yo esta explicación, él hace el movimiento porque tiene competencia inconsciente: “Intuitivamente siente -no piensa- que ese movimiento era el correcto”. Al final, lo mejor, el giro de su cabeza y el golpe con el parietal izquierdo para desviar la trayectoria del balón hacia el palo más lejano del arquero. Golazo.