El 11 de septiembre de 2001 se produjo el más devastador y cruel atentado terrorista, esta vez contra el corazón de la primera potencia económica y militar del mundo, los EEUU, por parte de Al Qaeda, cuyo cabecilla era el temible Osama Bin Laden, quien sería dado de baja posteriormente en Pakistán, 6 años después. Él mismo tuvo como blancos todo el complejo de edificios del World Trade Center, incluidas las imponentes torres gemelas, en Nueva York y el Pentágono, en Virginia.
El saldo en víctimas humanas no pudo ser más aterrador: 2.749 muertos, 6.000 heridos y 24 desaparecidos. Irónicamente, justo en el momento que Bush tramitaba en el Congreso un proyecto para la instalación de un escudo antimisiles para blindar a los EEUU de ataques externos, tres aviones que despegaron de aeropuertos domésticos sirvieron como “misiles” para este aleve ataque.
La respuesta del presidente Bush en su momento fue declarar la guerra “eterna” al terrorismo y anunció una “cruzada” contra el mismo. Repito lo que dije hace 10 años, el mundo no es más seguro que cuando Bush y sus aliados la emprendieron contra el motejado “Eje del mal”. 16 años después de declarada la guerra “eterna”, el terrorismo sigue vivito y coleando, solo que ahora el protagonista no es Al Qaeda sino el Estado Islámico que el troglodita de Trump atribuye haber fundado el expresidente Barack Obama (¡sic!).
Los presidentes de EEUU, particularmente los presidentes republicanos, como los borbones ni olvidan ni aprenden. Las continuas provocaciones y amenazas del presidente de Corea del Norte, Kim Jong-un, con la seguidilla de lanzamiento de misiles balísticos, que podrían portar ojivas nucleares con gran capacidad destructiva, han tenido por respuesta la amenaza de retaliación por parte del ogro de Trump, de responder “con un fuego y una furia nunca antes vista”. ¡Esas son solo baladronadas!
Y mientras tanto, un nuevo fantasma recorre a Europa, y no solo a Europa, la amenaza terrorista del Isis, el cual recurre a métodos inimaginables de sembrar muerte y pánico a su paso, desde el frío acto de degollamiento de quienes no comulgan con su dogma religioso, pasando por los atentados suicidas, hasta el uso de vehículos para arrollar a indefensos y despreocupados transeúntes.
La peor respuesta que se le ha dado a la amenaza latente del terrorismo internacional es la postura del nuevo inquilino de la Casa Blanca, quien con su consigna de “América primero”, como el avestruz, ha enterrado la cabeza en la arena. Trump y con él EEUU renunciaron a su liderazgo indiscutible en el mundo, cediéndole sus espacios a China y Rusia, que han cobrado una gran relevancia geopolítica. Con el manido cuento de que “el americanismo y no el globalismo será nuestro credo”, Trump ha replegado a los EEUU a sus propias fronteras y ha impuesto una política aislacionista que le puede salir cara.
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