Qué difícil es para un joven lograr convencer a un adulto de que los fines altruistas de su visión del mundo también son alcanzables, conseguir que esa señora o ese señor que tienen todo para apoyar una nueva idea logren emocionarse en las mismas dimensiones que lo habrían hecho cuando eran jóvenes.

Cuando empezamos con el proyecto de la Fundación Santa Marta Progresa y salíamos a las calles a contarles a los ciudadanos lo que queríamos hacer, la resistencia parecía insuperable, nada de lo que pudiéramos decir era la manera correcta para que los adultos pensaran en términos de cambio social o político. Esta misma frustración la viven cientos de jóvenes emprendedores que le apuestan a la creación de empresas con sentido social, amigables con el medio ambiente e impulsoras de la industria local. Son muchos quienes día a día van hablando con gerentes, inversionistas, líderes o profesores y se encuentran con una puerta cerrada prácticamente imposible de abrir.

Siguiendo esta experiencia, me he preguntado cómo lograr que el sentido social y las ganas de innovar no se pierdan en la adultez, esto, porque los adultos de hoy fueron esos jóvenes del ayer que le apostaban a un mundo en paz, libre e igual ¿Qué pasó con estos jóvenes? Pues bien, estos jóvenes fueron creciendo, viviendo en un mundo inerte donde la corrupción, la pobreza, la violencia y el imperio del ‘avispado’ era la regla, por lo que sus ganas de cambiar el mundo se fueron amenguando hasta considerarlo imposible. Esto, sumado al día a día donde las preocupaciones laborales, personales y familiares reemplazan cualquier intención de dedicar tiempo extra a causas sociales que permitan la construcción de una mejor sociedad.

No me pude quedar en el diagnóstico del problema, por lo que sugiero una primera hipótesis de lo que sería esa solución para que el sentido social se fortalezca en la adultez o no se extinga con el paso de los años: la lectura. Leer le permite al individuo entender los cambios sociales, sentir empatía frente a la situación de los demás y vivir con la constante sensación de sorpresa ante algo nuevo y mejor. Esta teoría la he nutrido con las lecciones sobre la empatía, la cultura líquida de la modernidad y bibliografía de múltiples autores que me han facilitado dos personas a las que admiro profundamente, Juan Carlos Forero Ramírez y Juan Ramón Martínez Vargas.

Para exponer esta tesis he creado, en conjunto con Stephanie Tschampel y Anamaría Lacouture, una teoría que hemos denominado Superando al Millennial, y que expondremos por primera vez mañana en Barranquilla, en el marco del primer día del Congreso de Interdisciplinariedad y Desarrollo de la Uniamericana. Esperamos un escenario de creación, construcción y retroalimentación para seguir fomentando proyectos sociales con el paso de los años.

@tatidangond