“Ante los infortunios y los desastres, lo mismo los naturales que los históricos, los hombres han respondido siempre con actos y con obras. La religión, el pensamiento, el arte y la acción son nuestra respuesta a la universalidad del mal y de la pena. El temblor del 19 de septiembre nos ha redescubierto un pueblo que parecía oculto por los fracasos de los últimos años y por la erosión moral de nuestras élites. Un pueblo paciente, pobre, solidario, tenaz, realmente democrático y sabio”, manifestó Octavio Paz hace 32 años.

México, 19 de septiembre de 1985, 7:17 a.m., epicentro Océano Pacífico, en la costa del estado de Michoacán, 8,1 en la escala de Richter. El terror invadió al país latinoamericano, bastaron unos cuantos minutos para destrozar uno de los lugares más alegres del mundo, para llenar de desesperanza a un pueblo que no estaba preparado ante semejante tragedia. Más de 10.000 muertos y 5.000 desaparecidos. Miles de viviendas desmoronadas; desplazados, heridos y las cicatrices que quedaron para siempre en la población.

El miedo a repetir un episodio similar hacía parte del imaginario de los mexicanos. A pesar del dolor, la unión fortaleció al país y cambió el rumbo de su historia. La sociedad civil se empoderó y el régimen político decayó. El desastre natural desnudó y puso en evidencia la negligencia del Gobierno y del presidente Miguel de Madrid. La reacción de los ciudadanos –ante la catástrofe– pasó los límites de la solidaridad y ocupó el vacío que dejó el poder. México demostró que un pueblo unido puede cambiar el futuro y sobrepasar cualquier obstáculo. El periodista Carlos Monsiváis afirmó: “el 19, y en respuesta ante las víctimas, Ciudad de México conoció una toma de poderes de las más nobles de su historia, que trascendió con mucho los límites de la mera solidaridad. La conversión de un pueblo en Gobierno y del desorden oficial en orden civil. Democracia puede ser también la importancia súbita de cada persona”.

México, 19 de septiembre de 2017, 13:14 p.m., epicentro al sureste de Axochiapan, en el estado de Morelos, 7,1 en la escala de Ritcher. Un déjà vu tomó por sorpresa a los ciudadanos. 32 años después del terremoto de 1985, el mismo día de la tragedia, la ciudad se sacudió y el pánico regresó. Una coincidencia que estremece, una fotocopia de dolor. Más de 200 muertos, varios desaparecidos, viviendas destruidas y desplazados que quedan a la deriva. Las cicatrices se reabrieron, están en carne viva.

Pese a la difícil situación, la unión vuelve a sobresalir en medio de la desdicha. La solidaridad del pueblo mexicano inspira y llena de ilusión. Aunque la ciudad había tratado de prepararse para este suceso, los daños fueron inevitables. Sin embargo, la fuerza de su gente es un ejemplo de lucha y perseverancia. Se convierte en un referente de valentía.

No alcanzan las palabras para expresar la tristeza que despierta este momento en América Latina y en el mundo entero. No hay manera de explicar lo inexplicable, de entender ese 19 de septiembre que llegó sin avisar pero siempre estuvo presente. Ese día que recuerda el aniversario de una de las peores tragedias vividas en el país. Ese día que se convierte en una copia devastadora. Ese día que regresó cuando volvió a temblar la tierra, la desgracia se asomó y el pueblo se llenó de fortaleza.

Todos los acompañamos y cantamos junto a ustedes:

/Ay, ay, ay, ay
Canta y no llores/
/Porque cantando se alegran
Cielito lindo, los corazones/

@mariamatusv