En estos días, las redes sociales se revolcaron con un video en el que aparece la exministra de educación Gina Parody siendo cuestionada por una persona, mientras salía de una estación de metro en la ciudad de Manhattan. El hombre, cuya identidad se desconoce, le preguntaba básicamente por qué tanto ella como su pareja, la exministra de transporte Cecilia Álvarez, no habían asistido a ninguno de los tres llamados que, hasta el momento, les ha hecho la Fiscalía para que vayan a rendir una diligencia de interrogatorio.

No sé quién es la persona que la abordó, pero estoy de acuerdo con ella, pues, si bien es cierto que no están legalmente obligadas hacerlo, éticamente sí que lo están. Las exministras tienen la obligación moral de mostrarle al resto de los habitantes de este país que a la justicia siempre hay que darle la cara, y que, bajo ninguna circunstancia, un ciudadano se puede ‘pasar por el forro’ un llamado de esta magnitud.

No estoy tratando de convertirme en juez de este caso, ni mucho menos voy hacer un señalamiento de culpabilidad, pues esta columna no la hago para sembrar una cizaña que, como sucede usualmente con algunos periodistas, termina convirtiéndose en una sentencia para la opinión pública. Simplemente estoy escribiendo estas palabras porque estoy cansada de que tantos prediquen, pero no apliquen.

Y es que, cuando las personas obtienen el honor de ocupar cargos tan altos en esta nación, cuando se han pasado su vida política diciendo que son ejemplos de honestidad y de rectitud, cuando les encanta dar discursos en los que ponderan la importancia de la justicia y desechan la impunidad, no pueden darse el lujo de no asumir sus responsabilidades de esta manera. Y eso es, precisamente, lo que las exministras pareciera que estuviesen haciendo.

Puede que en este país, con cada escándalo que pasa, la rama judicial haya perdido su brillo, y nos esté llegando a todos su olor a podrido, y puede que muchos hoy vean con recelo el rol que desempeñan las instituciones que más peso tienen en esta nación, pero eso no es razón, y jamás lo será, para que gente con tanta trayectoria política y con tan buenas carreras públicas sean capaces de no hacer lo que es correcto y, por el contrario, de esconderse detrás de la letra menuda de la ley.

Todo el mundo es inocente hasta que se pruebe lo contrario, pero cuando de vidas públicas se trata, cuando se es un jugador principal en el ajedrez de la política, a veces no solo hay que serlo, sino parecerlo. Es por esto que, sin gritos en la mitad de una calle neoyorquina, y únicamente por el bien de la justicia, Colombia entera les pide que se devuelvan para su tierra y le den las explicaciones pertinentes a la Fiscalía.

Porque no hay nada más cierto que un dicho que dice que “el que nada debe, nada teme”.

@marcelagarciacp