Resiliencia es la capacidad del ser humano para adaptarse a situaciones adversas y, según afirman los entendidos, este no se afecta en la mayoría de los casos, psicológicamente. Este concepto viene de la física, en donde el término indica la resistencia de los objetos que se doblan sin romperse para recuperar su forma original.
En un mundo tan cambiante como el de hoy, ser resiliente nos ayuda a enfrentar los problemas y las culebras que se presentan a diario. Cuando esto nos pone entre la espada y la pared, los momentos que superan nuestras capacidades, tales como una enfermedad, una ruptura de pareja, la muerte de un ser querido, el fracaso de un sueño, problemas económicos que nos llevan al límite y hacen que cuestionemos la fuerza y voluntad para seguir o dejarnos vencer, y sentir que hemos fracasado o sobreponernos y salir fortalecidos nos debieran llevar a cambiar la manera en que pensamos para cambiar la manera en la que sentimos.
Estudios desarrollados por la neurociencia durante años nos hablan de la maravilla del cerebro humano y de sus habilidades cognitivas que marcan la diferencia con los demás mamíferos. La supervivencia y adaptación a nuevas situaciones y contextos son propias del ser humano, que los utiliza para su reproducción y protección. Tal como decía Darwin, “las especies que sobreviven no son las más fuertes sino las que mejor se adaptan”, sino que lo digan las hormigas.
Las situaciones de stress ponen en prueba la capacidad de aguante. Hasta en el deporte de alta competencia se observa la resiliencia. Falcao, el futbolista samario, quien a raíz de su lesión de rodilla se perdió del Mundial 2014, gracias a su determinación y después de su regreso al fútbol, se convirtió en goleador en la Liga de Francia y en las 5 grandes ligas de Europa; con trabajo supo levantarse y renacer de las cenizas.
Nelson Mandela, encarcelado por 27 años por sus ideas y acciones contra el apartheid en Sudáfrica, tuvo la entereza de no rendirse durante su cautiverio y salió con fuerzas para acabar con la discriminación étnica y fue presidente a los 76 años. Podríamos dar más ejemplos.
La resiliencia no es una receta para la felicidad, pero quizás sea una actitud que estimula a reparar daños sufridos o antídoto para los sinsabores que nunca faltan. Las experiencias de huérfanos, niños maltratados o abusados, mujeres que sufren la violencia machista, las víctimas de las guerras, catástrofes naturales, nos demuestran que la habilidad natural que tiene el cerebro para sobreponerse a cualquier acontecimiento negativo y aprender de los errores del pasado nos hace más llevadera la vida.
El ejercicio mental para crear el hábito de la resiliencia no es fácil, sin embargo aprender de cada caída, de cada decepción, de las pequeñas batallas internas a las que nos enfrentamos diariamente nos ayuda a impulsarnos hacia adelante y ni de vainas nunca para atrás.
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