Dos fenómenos naturales con nombre de mujer, Irma y María, han golpeado recientemente a Puerto Rico, la llamada Isla del Encanto, más conocido en el mundo por sus músicos y canciones que por las realidades de sus tragedias que no son solo las que le producen las tormentas que por estos meses del año azotan al Caribe.

No se sabe qué ha golpeado más el alma de los boricuas, si el efecto devastador de las tormentas tropicales, que desarmaron su estructura física, o el trato desdeñoso que han recibido de Washington, empezando por Donald Trump, que en campaña creyó que los puertorriqueños tenían el mismo estatus de inmigrantes que los mexicanos. Y los trató de ser los peores.

En su visita, de la mano de Melania quien no fuera esta vez de tacón alto sino con botas Timberland recién desempacadas, minimizó los efectos de María por Katrina que asoló New Orleans en 2005, con una cruel comparación por el número de muertes, y en cambio sí hizo cuentas del descuadre del presupuesto central. “Odio decírselo, Puerto Rico, pero están haciendo que se vea desfasado nuestro presupuesto”. Y cerró su paso fugaz con un acto característico de su falta de empatía, pero aun así inesperado: lanzó eufórico rollos de papel de cocina a un puñado de damnificados, una imagen que por su narrativa atizó más la indignación.

Pero la música y el deporte vuelven a ser el consuelo de Puerto Rico, oficialmente un Estado libre asociado cuya soberanía no reside en su pueblo sino en el Congreso de Estados Unidos. Luis Fonsi, Ricky Martin, Chayanne, Nicky Jam, los Estefan, entre otros, se juntaron para paliar la crisis humanitaria que padecen allí. A ellos se han unido hasta los Simpson que en el estreno de temporada tocaron el corazón de las audiencias.

Solo cuando a la Isla le pasan estas desgracias se visibiliza su situación de colonia, que lo fue primero de los españoles, que le dieron una autonomía relativa, y luego los estadounidenses cuando empezaron a consolidar su imperio y se quedaron además con Cuba y Filipinas. Pero el cambio de imperio la dejó en las mismas, al punto que solo en 1946 se les permitió tener a un nativo como gobernador.

Esa insularidad política, geográfica y económica de Puerto Rico explica el trato que hoy recibe. La aguda crisis económica de varios años los ha llevado a tener una deuda en bonos de más de 73.000 millones de dólares, prácticamente impagables. Los cambios de la economía mundial dejaron por fuera de la competencia a sus manufacturas, que no pueden emular por costos de mano de obra y otras ataduras impuestas por su condición de dependencia. Y es precisamente el hecho de no ser un Estado de la Unión lo que le complica más su situación porque, si lo fuera, podría declararse en bancarrota y recibiría ayuda federal.

Una realidad desconocida para muchos, y sin duda para Trump el día de su visita de cuatro horas, es que “la islita” - como la denominan con cariño sus nativos- significa para Estados Unidos algo más que música y entretenimiento. Puerto Rico es un hub de producción farmacéutica que produce 15 billones de dólares anuales, donde en 80 plantas de producción se fabrican medicinas para el tratamiento del cáncer, la diabetes y afecciones cardiacas, muchas de ellas produciendo exclusivamente para consumidores en los Estados Unidos, y que hoy por los efectos del huracán han suspendido o mermado su producción.

Puerto Rico, como lo analizaba hace poco el economista y nobel Paul Krugman, está en el lugar equivocado, en el momento equivocado. “¿Qué será de Borinquen mi Dios querido?” dice la universal canción de Rafael Hernández. Solo en la capacidad de su gente para reponerse está la respuesta y en la ayuda que le de América Latina y el mundo.

ramses.vargas@uac.edu.co - MPA, MSc