La doctora Paloma Valencia ha mandado una solicitud de rectificación a este periódico, por una columna mía, titulada Ridículos supremacistas, publicada el pasado 20 de agosto. Mi texto tiene la intención de evidenciar que algo hay en este país de la abominable supremacía blanca que por estos días ronda a los Estados Unidos. Pero, claro, cometo un error que la senadora del Centro Democrático advierte y fundamentada en el derecho que tiene, pide que rectifique.

Debo hacerlo en honor a la verdad. En la columna dije que la senadora Paloma Valencia había dicho alguna vez que no se podían poner a los negros a trabajar juntos porque se cogían de las greñas, pero eso no es cierto. Ella nunca dijo esta insensatez. Fueron palabras de su compañera de partido María Fernanda Cabal.

Mi error, sin embargo, no exime a la senadora Paloma de su puesto de honor en la lista de ridículas ideas supremacistas en Colombia. El 16 de marzo de 2015 Paloma Valencia protagonizó una penosa polémica con tintes racistas a través de la red social Twitter, cuando propuso un referendo o una consulta para que el departamento del Cauca se dividiera en dos y así conseguir separar a indígenas de mestizos. En algunas entrevistas añadió que eso le permitiría a los indígenas tener su propio gobernador y sus propios representantes a la cámara, lo que dejaba claro que no pretendía una división simbólica sino una frontera, una división político administrativa, un departamento más.

Su explicación para el diario Proclama del Cauca no fue menos vergonzosa cuando dijo “Un departamento indígena para que ellos hagan sus paros, sus manifestaciones, sus invasiones, y un departamento con vocación de desarrollo, donde podamos tener vías, donde se promueva la inversión y donde haya empleos dignos para los caucanos”.

La propuesta segregacionista de Paloma Valencia generó en su momento una lluvia de críticas, y algunos, hilando más delgado, recordaron la vocación de terratenientes del Cauca de la familia de la senadora. Desde ese lugar parecía hablar, el lugar de aquellos “blancos” de “buenas” familias, de empresas prósperas, honorables representantes de un modelo de desarrollo, que en la sagrada defensa del derecho a la propiedad de extensas hectáreas de tierra productiva, podían soñar con un departamento sin la incomodidad de los indígenas y sus reclamos. El mundo así, separadito, para algunos es mejor. Luego se sorprenden cuando uno los menciona como ejemplos nacionales de racismo y discriminación.

La senadora Paloma Valencia hace bien en solicitar rectificación. Debo decir, además, que lo hizo en una comedida carta, con formalismos apropiados, y ningún ánimo alterado con el que regularmente la caricaturizan. Lástima que el nefasto panorama en el que unos se sientan por encima de otros constituya una realidad que difícilmente podamos rectificar.

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