Hace unos días, conversando con el médico y científico Alejandro Jadad Bechara, este me dio un consejo que hoy quiero compartir. “El futuro es miedo, el pasado es arrepentimiento, así que quédate en el presente”. Desglosé entonces aquella frase intentando comprenderla, interiorizarla y, lo más importante, ponerla en práctica.

El futuro: la verdad es que el futuro aún no existe. Proyectamos situaciones que no han sucedido, creamos diálogos como si la vida fuera una película y estuviera libreteada. Pensamos que podemos resolver problemas que solo existen en nuestra mente y hasta nos disgustamos con quienes nos rodean –sin que ellos tengan idea alguna– por lo que creemos nos van a hacer o decir. Estos hechos imaginarios, indiscutiblemente, producen frustración, rabia y miedo, por lo tanto son factores de infelicidad.

El pasado: con frecuencia visitamos el pasado para darnos látigo y juzgarnos, para reprocharnos cosas que hicimos o dejamos de hacer. Confieso que muy pocas veces he visitado a mi yo del pasado para darle palmaditas en la espalda y decirle: ¡Te felicito, qué buena decisión tomaste hace 5 años! o ¡me siento orgullosa de que te atreviste a amar más! o ¡me alegra que hayas cuidado de tu salud! o ¡gracias por haber dejado ir eso que no te convenía!.

No. Desafortunadamente, nuestro vínculo con el pasado está anclado al arrepentimiento, a esa vocecita cansona que dice “pudiste haberlo hecho mejor”. Dicha situación genera dolor, frustración, vergüenza y por lo tanto infelicidad.

Me gusta la idea de visitar el pasado para sentir nostalgia, tener la capacidad de recordar con gratitud los momentos que hacen parte de nuestra historia, de nuestra familia o simplemente utilizar dichos recuerdos como una inyección de aliento y optimismo para vivir el presente con la sabiduría que permite la experiencia.

El presente: lo entiendo como el mayor ejercicio de honestidad con la vida. Este es un ejercicio que, hecho a conciencia, te permite disfrutar las situaciones, aprovechar los momentos, saborear las decisiones y, al igual que en los juegos de construcción como Lego, elegir –teniendo en cuenta las herramientas que se tienen– cuál es la mejor ficha que permitirá construir lo inexistente, es decir nuestro verdadero futuro.