Hasta hace unos días pocos sabían quién era Harvey Weinstein. O, por lo menos, pocos sabían acerca de quién era él realmente. Para los amantes del mundo del cine, este era un hombre exitoso, un productor de películas de renombre internacional, con más de 300 de estas nominadas a los premios Óscar, y con un poder inimaginable dentro de Hollywood. Sin embargo, detrás de su fachada de hombre de familia, detrás de su sonrisa en la alfombra roja y detrás de sus aparentemente sanas relaciones profesionales que supuestamente mantenía con muchas actrices de la industria, se escondía un acosador sexual de alto calibre.

Por más de treinta años, Weinstein utilizó su posición de poder para impulsar o acabar, dependiendo de qué tanto ‘cedieran’ a sus antojos sexuales, las carreras de muchas de las actrices que hoy en día están en la cúspide o en el declive. Por más de treinta años, este hombre utilizó su influencia en este mercado tan volátil para acosar y abusar sexualmente de decenas de mujeres, quienes luego eran amenazadas con la destrucción de sus nombres en la industria si llegaban a denunciarlo ante las autoridades o ante la prensa. Por más de treinta años Harvey Weinstein se había salido con la suya.

Esto fue así hasta que un grupo de mujeres valientes decidieron retar al ‘dios’ del mundo del cine, y convirtieron este ‘secreto a voces’ en el escándalo que hoy tiene a todos a la expectativa. Luego de más de 10 meses de recopilar la información y de convencer a los testimonios de alzar sus voces, el periodista Ronan Farrow publicó en The New Yorker el informe que nos tiene asqueados a tantos.

Sin embargo, esta es una olla podrida que apenas está comenzando a ser destapada, pues luego de que Mira Sorvino, Asia Argento y Rosanna Arquette le contaran al periodista cómo Weinstein las había forzado a tener relaciones sexuales sin su consentimiento, entre muchas otras que contaron su historia anónimamente, afamadas actrices como Angelina Jolie, Gwyneth Paltrow y Cara Delevigne han empezado a hablar sobre sus experiencias que, en el caso de Jolie, la llevaron a prometerse a sí misma jamás volver a trabajar con él.

Y con el destape de la olla, llegaron las consecuencias. Harvey Weinstein fue despedido de su cargo como presidente de The Weinstein Company, la productora de la que es cofundador; su esposa le pidió el divorcio, y el planeta entero que antes le aplaudía con hipocresía, hoy le da la espalda. Sin embargo, aún hay millones de ‘Harvey Weinsteins’ en el mundo que utilizan su posición para intimidar a las mujeres que ‘no tienen de otra’ para salir adelante y que son acalladas con amenazas cuando intentan hablar. Aún hay millones de estos que creen que tienen el derecho de acosar a quien esté por debajo de ellos, sin que nada les pase y sin que nadie los toque. En pleno siglo XXI todavía las mujeres somos víctimas de acoso laboral, pero por la necesidad y por las ganas de triunfar la mayoría no habla.

Ojalá que no haya que esperar treinta años más para acabar con los ‘Harvey Weinsteins’ que quedan en la política, en los altos cargos de empresas, en la industria del arte y en otros sectores. Esos que todos saben quiénes son, pero que nadie dice nada por miedo a que el tipo salga librado de todo, y la mujer acabe con fama de loca y mentirosa. Como suele suceder con tantos casos parecidos a este.

Porque si pasa en ‘las mejores familias’ de Hollywood, y por treinta años nadie dijo nada, ¿qué será del resto de nosotros?