No es un secreto que en Barranquilla hay actualmente una epidemia de conjuntivitis. Como no soy médico, me voy a permitir especular con esto, porque me da señales de algo que me interesa tratar. Sin embargo, copio algo que encuentra uno fácilmente en internet, para seguir el camino:

“La conjuntivitis causada por virus o bacterias es muy contagiosa y se propaga fácil y rápidamente de persona a persona. La conjuntivitis que es causada por alérgenos o sustancias irritantes no es contagiosa, pero es posible que se produzca una infección secundaria por otros virus o bacterias que sean contagiosos.”

De chica, yo recuerdo que uno de esos mitos curiosos era que, si uno nada más miraba a alguien con el ojo rojo, pues se le pegaba. Y no tiene nada de raro el mito. Es que se pega demasiado fácilmente esta enfermedad. Por ejemplo, solo bastaría tocar un pasamanos o un botón de ascensor que alguien enfermo tocó, luego tocarnos la cara, sonarnos la nariz, rascarnos un ojo y listo.

Lo que si no es mentira es que la conjuntiva se irrita fácilmente debido a cuerpos extraños o lentes de contacto mal usados o exposición a la contaminación con sustancias químicas, humo, polvo, etc. Y que luego se infecta y bueno…ya sabemos el resto porque media Barranquilla conoce al menos a una persona a quien le ha dado esto últimamente.

Todo lo anterior intenta sustentar una tesis no tan loca que tengo y que me ha sido pasada por la preocupación que tienen desde hace años algunos habitantes de Barranquilla, sobre todo del área de Miramar. Personas de esas que no tragan entero y que son curiosas y van más allá del salir a caminar y simplemente devolverse a casa porque no soportan el olor, o el polvo o el humo, han estado averiguando qué pasa por esos lados.

Por eso, esta columnista, que sale a la calle y siempre está sintiendo y oliendo cosas raras que a nadie más parecen importar, cuando recibe un dato como este, siente que debe, al menos, comunicarlo. A ver si a alguna autoridad le importa. Debe ser un negocio bueno, porque esto sucede prácticamente en frente de un puesto de policía. O, puede ser, aunque desconozco, que infracciones ambientales no estén reguladas por el Código de Policía.

Yendo al asunto por fin: hay un quemadero de llantas, legal o clandestino, vaya uno a saber, por los lados de la Circunvalar, que al final de la tarde, se prende. Al descomponerse el caucho, se liberan partículas nocivas para el ambiente y los seres vivos: monóxido y dióxido de carbono, dióxido de azufre, metales clorocarbonados, furano, benzeno, etc. Esto es lo que respiramos los barranquilleros, porque encima de todo, las brisas muchas veces soplan para el lado de la ciudad. Claro que a cualquiera que le toque ese humo, está en el mismo peligro.

Cosas que no vemos, cosas que no sentimos, ¿porque no sabemos? ¿O no queremos saber? ¿Cuántos casos de asma tendrán que ver con este desorden nuestro? ¿Cuántos ojos rojos, cuántos cánceres? ¿Quién nos protege? A lo mejor si la peste, como en una antigua tragedia griega, nos asediara, podríamos pedir a los gobernantes que indaguen por las causas que nos están matando. Recordemos que al final Edipo se saca los ojos. No vaya a ser que la ceguera que nos aqueja sea la clave de nuestra mala salud.