Entre las múltiples y relevantes actividades culturales que comprendió la Galería del Libro –el evento ferial que se cumplió entre el jueves y el domingo pasados en Barranquilla con el fin de promover el que Borges llama el más asombroso de los instrumentos del ser humano–, me fue dado participar en una dedicada a celebrar la obra de Marvel Moreno. La ocasión me permitió leer por segunda vez su novela En diciembre llegaban las brisas y releer una vez más buena parte de sus cuentos.
En el pasado escribí ya en esta columna sobre sus cuentos (ver: https://www.elheraldo.co/columnas-de opinion/un-mes-metido-en-el-cuento-159219); así que aprovecho ahora para ocuparme aquí de su libro más ambicioso, de cuya publicación, por otra parte, se cumplieron 30 años en febrero último. El adjetivo ‘ambicioso’ define bien, creo, uno de los rasgos llamativos de En diciembre llegaban las brisas: es evidente que Marvel Moreno se propuso en él explorar a fondo un tema que ya había abordado en su libro precedente, el volumen de cuentos Algo tan feo en la vida de una señora bien, lo que suponía, al menos al parecer para su concepción del proyecto, desarrollar todo lo máximo posible el material narrativo, lo cual, a su vez, explica el resultado: una obra de una gran densidad argumental.
¿Y cuál es ese tema? La confrontación entre el mundo femenino, solidario consigo mismo, rebelde, dispuesto a sacudirse de la sumisión, y el mundo masculino, rudo, opresivo, salvaje.
Con una escritura hipotáctica, helicoidal, En diciembre llegaban las brisas es narrada desde la mirada femenina; más aún, para ser exacto, es narrada desde la mirada feminista. Las heroínas de la novela son las mujeres; sus antagonistas, los hombres. Entre unas y otros se libran verdaderas y encarnizadas batallas. En el caso específico de las protagonistas, Dora, Catalina y Beatriz, cabe decir que sólo una, Catalina, sale triunfante de su conflicto con su esposo, cuya muerte incluso provoca mediante un elaborado ardid, y logra la emancipación que la hace feliz. En cuanto a las otras dos, Dora resulta destruida, aunque su agresor tiene asimismo un final desventurado; Beatriz, por último, sufre el desenlace más atroz, pues, como Medea, acaba matando a sus dos hijos, y hasta ella misma muere en el mismo acto de su filicidio. A propósito de desenlaces, la novela ofrece al respecto un orden metódico: la primera parte termina con un homicidio, la segunda con un suicidio y la tercera y última con un homicidio-suicidio. Es una novela trágica.
No puedo concluir sin plantear la necesidad urgente de que En diciembre llegaban las brisas sea sometida a un riguroso trabajo de crítica textual, pues entre las tres ediciones que se han hecho de ella (Plaza y Janés, 1987; Norma, 2005; y Alfaguara, 2014) hay varias inconsistencias y, sobre todo, en todas hay numerosas y bochornosas erratas que pasan, unas, de la edición príncipe a las dos siguientes; otras, de la segunda a la tercera, y las hay también de cosecha propia de esta última.