En esta era digital solo con unos clicks podemos ver innumerables testimonios del pasado de la humanidad tales como documentos, grabaciones, películas, videos y fotos. Sin embargo, con esa misma facilidad, un problema técnico o un virus pueden borrar ese contenido y hacer que la memoria histórica caiga en el olvido.

En nuestro caso, desde que nacemos, los hilos que hacen crecer nuestra identidad son todas las interacciones ligadas con la familia, escuela, iglesia, barrio, comunidad y las experiencias personales producto de esas relaciones. Cuando estas se afectan para bien o para mal, pueden determinar nuestro accionar y comportamiento al momento de tomar decisiones.

Con frecuencia se dice que olvidamos con facilidad, lo que nos lleva a caer en los mismos errores, y el desconocimiento de nuestra historia nos conduce a repetir desaciertos. Es así como el trajinar con las promesas que nunca cumplen los que tienen el poder devela cómo mandan y organizan a los que no tienen tiempo para razonar y a los que han dejado el pensamiento para mejor ocasión. Esa amnesia colectiva es como una droga que los poderosos comercializan para que nos limitemos a vivir y callar.

Los cambios que a diario vivimos están provocando transformaciones cada vez más fuertes e impredecibles, pero está en uno no tropezar con las mismas piedras. Las próximas elecciones sazonan con incertidumbre y desconfianza nuestro futuro próximo. Ver más de lo mismo y escuchar hablar sobre lo divino y lo humano lo que produce es una saturación cercana al hartazgo.

Los 41 candidatos y precandidatos para las elecciones 2018 puede que con sus ‘nuevas’ ideas sacudan el estado de las cosas que tenemos, ojalá así sea. Están tan desprestigiados los partidos políticos tradicionales, que hasta algunos de sus representantes han decidido armar rancho aparte. Preocupan los agarrones y discusiones subidas de tono que con frecuencia vemos en el Congreso, la andanada de insultos por medios y redes sociales que muestran que esta será una campaña ‘dura’, por la disputa que hay en obtener el primer lugar. Solo uno ganará. Muy seguramente más de un candidato sucumbirá a la tentación de las coaliciones, asegurando así votos por burocracia. No olvidemos lo que siempre ocurre.

En el acto de votar uno se reencuentra con la urna, pero también con sus problemas, necesidades y emociones. Es el momento de participar activamente de la política, de los actos sociales y colectivos junto a la comunidad, porque esta es la era de la participación y no nos podemos quedar callados, esperando a ver qué ocurre. El futuro está en nuestras manos.

Por lo pronto, tendremos que sacar una lupa para escoger bien cuando nos toque votar, para no olvidar los caminos sembrados con aciertos y desaciertos que hemos recorrido.

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