Ya va siendo el caso de la reclamación que se nos hace por parte de un sector del público pugilístico, en el sentido que escribimos mucho sobre las grandes peleas en el exterior y según ellos nunca hay un cupo para combates a cargo de boxeadores nativos. Eso no es rigurosamente cierto pues hemos hablado de combates a cargo de Pambelé, Caraballo, y ‘Mochila’ Herrera.
Pero como son quejas que hay que atender, digamos entonces que queremos traer a estas columnas boxísticas el combate que libraron, en el estadio Romelio Martínez, dos de los mejores pesos ligeros de Colombia: Mario Rossito y Geoffrey Paugham en uno de los combates más dramáticos y emotivos que se dieron en nuestra ciudad.
Ese combate fue ganado por Rossito, cuando Paugham tuvo que quedarse en su esquina, prácticamente “sin combustible” en el sexto round, por haber cometido Paugham un error “demencial”, pues tiró todo lo que tenía en los cuatro primeros asalto.
Gastar todas sus energías en solo cuatro asaltos, esto, cuando no se ha llegado al cincuenta por ciento de la pelea pactada, es un error monumental. Paugham acribilló a Rossito con toda clase de golpes, pero este fue un boxeador que nadie lo podía noquear, por su poder extraordinario de asimilación.
Rossito fue varias veces a la lona por las combinaciones ofensivas de su adversario. En una de estas, Paugham lo sacó del ring. Por cierto, un personaje conocido de entonces -el teniente Jordán de la liga de boxeo del Atlántico- levantó a Rossito del piso para ayudarlo a volver al ring. Un caso minúsculo, comparado con el combate Luis Ángel Firpo ante Jack Dempsey, cuando un grupo de periodistas deportivos estadounidenses rescató a Dempsey de un grupo de sillas rotas bajo su peso, lo cargó en vilo y lo introdujo en el ring, para la más descarada violación de las reglas del boxeo.
Volviendo al combate criollo, cuando Geoffrey Paugham volvió al final del cuarto round a su esquina, “no podía ni con su alma” para poder seguir combatiendo. No le era posible ni siquiera levantar los brazos para armar su guardia, lo cual determinó que sus asistentes tiraran la toalla, signo mundial de rendición.
Este final tan dramático, a pesar de la inacción creada por la rendición de Paugham, dejó al público en una ácida controversia sobre la forma como un boxeador, que gana todos los rounds del combate, termina en una humillante rendición por haber entregado todo en los primeros cuatro asaltos, quedando en estado de inacción. El público quedo discutiendo aquel resultado por casi una hora, pues no abandonaban el lugar de la pelea.