Se dice que la política no es más que una lucha de intereses que se camufla como una lucha de ideales. Y que cuando no se logra alcanzar un acuerdo es porque las partes se enfrentan en vez de conversar. Cataluña, esa hermosa región de España, proyecta su fuerte personalidad y sus iniciativas independentistas y secesionistas que, según Santos Juliá, en la situación actual el gobierno de España está intentando resolver con acierto (a pesar del inmovilismo de Rajoy y el desafío explosivo del ya huido expresidente Puigdemont) convocando las elecciones el día 21 de diciembre, para que sea el poder de las urnas democráticas quien decida, como ha sido norma desde las primeras elecciones en libertad en 1977, tras la dictadura franquista.
Se abre un camino de expectativa en el que todo el mundo, incluido EEUU y especialmente la comunidad europea, en la que España se constituye en uno de los líderes imprescindibles, esperan que se recupere la convivencia y el diálogo entre catalanes y el conjunto de los españoles, y volver a la exigencia de mutua lealtad constitucional y recuperar la amistad civil tan necesaria en la convivencia.
Se ha detenido el tiempo. Los del procés se han dado cuenta de que toda Europa, no solo España, no va a tolerar que el secesionismo irrumpa en el proyecto de integración europea, que en boca de Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión europea, “es la idea política más preciosa y civilizada imaginada por la humanidad en toda su historia. Europa no se puede permitir una secesión insurreccional que infectará el continente en una de las zonas imprescindibles para la máxima estabilidad de sus fronteras”. El día 21 de diciembre hablarán las urnas.