La cantidad de comentarios que recibí a raíz de mi previo artículo sobre el caso de abuso sexual de Harvey Weinstein y los eventos que se desencadenaron después me hacen volver sobre el tema.

Como había mencionado, el problema no se limita al medio del entretenimiento ni se puede adjudicar a un partido político o a una religión. Por el contrario, aqueja a todas las instituciones incluyendo las religiosas y políticas, que son las que menos pueden permitirse este estándar de doble moral por su responsabilidad hacia la comunidad.

El problema es complejo y está más arraigado de lo que parece. De hecho, los corredores de bolsa ya lo están teniendo en cuenta al recomendar inversiones en ciertas empresas. La ventaja que se presenta con este caso es el alcance masivo por tratarse del mundo del entretenimiento, permitiendo, con ayuda de la prensa, que más y mas víctimas se atrevan a hablar.

El abuso sexual tiene que ver con conductas de poder y sumisión que han sido aceptadas y perpetuadas por generaciones, hecho que hace tan difícil su denuncia. La pena, la impotencia, la desilusión y el chantaje compran el silencio impidiendo que se haga justicia. Por eso, si se demuestra que las acusaciones pueden ser escuchadas, como está sucediendo, habrá esperanzas de cambio.

El movimiento #metoo (#yotambién) iniciado por Alyssa Milano en Estados Unidos permitiendo que las mujeres que han sufrido abuso se pronuncien, se hizo viral. Continuó con otro en Francia #BalanceTonPorc (delata tu cerdo), donde los perpetradores son revelados con nombre propio, destacándose el académico Tariq Ramadan, considerado un líder espiritual e intelectual, típico ejemplo de la doble moral.

En el campo de las artes visuales, donde se usan las mismas tácticas, ofreciendo exposiciones a cambio de favores sexuales, se redactó una carta de protesta firmada por 1.600 personas, entre las cuales están Laurie Anderson, Cristina Garrido y otros nombres conocidos. Knight Landesman, ex director de la famosa revista Artforum, tuvo que renunciar ante nueve acusaciones.

Aunque las mujeres constituyen la mayoría de las víctimas, el problema afecta también a hombres –sobre todo niños, otro eslabón débil y de fácil manipulación– por la represión a la homosexualidad. El actor Anthony Rapp descubrió que Kevin Spacey, actor de la famosa serie de Netflix House of Card lo había abusado cuando tenía apenas 14 años.

En el campo de la política, las víctimas de Donald Trump se quejan de no haber sido escuchadas lo suficiente, y el expresidente George H.W. Bush fue denunciado cuando estando en silla de ruedas y con su esposa presente manoseó a la actriz Heather Lind, típico caso de complicidad de la mujer, porque es un hecho que las mujeres hemos sido las más encubridoras.

Por eso lo relevante del momento es que se está escuchando cada vez a mas víctimas, que se está superando la pena y la culpa y que se vislumbra un cambio de fondo en la industria del cine y la televisión, y esperemos que así sea en muchas más.

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