Hace un año el presidente Juan Manuel Santos y el comandante de las Farc, Rodrigo Londoño alias ‘Timochenko’, firmaron el Acuerdo de Paz en el teatro Colón de Bogotá. Ese día se dio inicio formal al posconflicto y el reloj empezó a correr para el cumplimiento de las centenares de disposiciones del histórico documento, que incluía la desmovilización, la dejación de armas, la aprobación de reformas constitucionales, entre otras áreas.

Sin embargo, 365 días después, la agenda de la paz es víctima del escepticismo y rehén del juego parlamentario. Hasta los más acérrimos defensores del proceso se preguntan en distintos escenarios por qué los colombianos no han salido a defender los logros del acuerdo. En la más reciente encuesta Gallup, el 55% de los colombianos cree que la implementación del acuerdo de paz va por mal camino y el 54% cree que el Gobierno no cumplirá. Todo este debate nacional –donde prima el pesimismo– se desarrolla con la campaña electoral como telón de fondo.

Es justo reconocer que una de las metas principales del acuerdo del Colón se cumplió: ya no hay un conflicto armado activo entre la guerrilla de las Farc y las fuerzas del Estado. Según el centro Cerac, el proceso de paz previno la muerte de 2.796 personas. En el informe oficial de la Presidencia se destaca la aprobación de siete actos legislativos, 36 decretos-ley, cinco leyes, y 46 decretos ordinarios. Así como planes de restitución de tierras, proyectos productivos e inversión en las comunidades.

A pesar de esas cifras y avances, el ambiente que se respira alrededor del posconflicto está enrarecido. En primer lugar, la coalición política detrás del proceso se está partiendo en mil pedazos. La lentísima discusión de los proyectos de ley de la paz en el Congreso, aún con fast track, revela las falencias del Gobierno en la gobernabilidad del posconflicto. Más que la oposición uribista, la noticia han sido los ataques a la agenda de paz del ex vicepresidente Germán Vargas y su bancada de Cambio Radical e incluso de otros aliados, en temas como Justicia Especial y reforma política.

La paz también se despedaza en los territorios. En regiones como el Chocó y la Costa Pacífica, por ejemplo, la promesa de tranquilidad de la firma del Acuerdo no se ha consolidado. Voces expertas indican la consolidación de las disidencias de las Farc y la expansión de grupos criminales en los espacios donde anteriormente estaban los bloques guerrilleros. El proceso con el ELN, en vez de fortalecer la idea de una “paz completa”, alimenta el cansancio de la opinión pública con comandantes guerrilleros soberbios y reacios a aceptar responsabilidades.

En temas de Justicia y de curules, las desmovilizadas Farc han tomado una postura lejana a la reconciliación. Son rápidas en pedir que “se cumpla lo pactado” y se suman a los ataques contra el Gobierno. Un buen indicador de lo poco atractiva que es hoy la agenda de paz es que ningún candidato presidencial, con excepción del negociador Humberto de la Calle, está hoy haciendo campaña con esa bandera. Un año después, Santos se está quedando solo con la paz.

@pachomiranda