Con el liderazgo de la cada día más prestigiosa Universidad Simón Bolívar de Barranquilla, en su hermosa Biblioteca de Autores Costeños donde se encuentran expuestas las obras de los escritores que nos hemos dedicado al culto del pensamiento, el pasado 16 de noviembre se fundó la Academia de Estudios del Caribe con la participación de un selecto grupo de intelectuales que firmaron el Acta de Nacimiento. Un distinguido acto que fue como el compendio de las letras, los análisis humanísticos, la integración con las artes, la música, el folclor y esa sociología única, indescriptible, exótica, maravillosa y sorprendente como Gabo la describió, de una región que parece sacada de la manga de un mago esotérico y se convierte, cada día más, en un referencia de Colombia.

El acto fue solemne. En su iniciación el rector, José Consuegra Bolívar, didáctico, brillante, expuso los motivos, la misión y objetivos a seguir. Después de una manera exquisita el ex vicepresidente de la República, Gustavo Bell; el gobernador del Atlántico, Eduardo Verano; y el ex ministro Amilkar Acosta, en elogiosas intervenciones destacaron episodios memorables de nuestras riquezas autóctonas y la profundidad del pensamiento costeño elevado hoy día –como diría Spencer en su tiempo– “a los escalafones de lo mítico”.

La Academia de Estudios del Caribe es una iniciativa que hará tradición. Consideramos que necesitábamos una cátedra de esta categoría. El doctor Adolfo Meisel, codirector del Banco de la República y próximo rector de la Universidad del Norte, inició hace un poco más de un año un movimiento de integración costeña que concentrará con contenido el enlace de ocho departamentos en la búsqueda de unión política, económica y cultural. Feliz iniciativa que tuvo gran acogida y que ahora, a través del cauce que nos brinda la Academia de Estudios, podríamos canalizar e integrar a este espacio de la cultura generosa y trascendente.

Hay mucho trabajo por hacer que reúne inquietudes no solamente en las letras, las ciencias, la cultura, sino que puede extenderse hacia la complejidad atractiva y alucinante de la imaginación costeña. Es que no nos hemos dado cuenta –o no lo queremos reconocer– que en este norte bañado por el mar y reposado por hermosos valles y los picos de una Sierra Nevada que nos enorgullece, hay muchos, muchísimos valores del intelecto aún no descubiertos, aún no explotados, aún no expuestos al reconocimiento y al agradecimiento social. Somos una sociedad abierta y aparentemente frívola, pero esto es el más grande engaño de interpretación de otras regiones. Lo abierto, lo franco, lo alegre, lo diáfano, la sinceridad y la mirada altiva, no se opone a la rigurosidad del análisis científico. El eco de los tambores de nuestra riqueza folclórica es un eco más profundo de inclinación a la investigación.

Algo más: Es una invitación a la interpretación y en esta, sin máscaras, se escribe cotidianamente la sabiduría. Esta academia será fructífera y sus resultados poco a poco se reflejarán cada día más en la fortaleza de nuestra idiosincrasia y en los frutos científicos que le daremos a Colombia y al mundo entero.