En julio de 2015, Kate Steinle, una mujer de 32 años, caminaba con su padre por el Muelle 14 de San Francisco. Sin saber de donde, una bala atravesó la tarde, le cruzó la aorta y un par de horas después estaba muerta en la camilla de un hospital. Nada pudo hacer su padre ni los paramédicos para salvarla. La noche anterior, Kate había escrito en su cuenta de Facebook “Lo que sea bueno para tu alma… haz eso”, y como después de la muerte todo se convierte en una señal, algunos concluyeron que se trataba de un mensaje premonitorio.
La muerte de Kate sorprendió a la ciudad y en poco tiempo sorprendió a Estados Unidos. No pasó mucho cuando el mundo entero estaba sorprendido e indignado. Aquel doloroso episodio hubiese transcurrido como un homicidio más en medio de tantos, si no fuera porque Kate se transformó en bandera de la apuesta por el endurecimiento de las políticas migratorias.
Esa misma noche, al poco tiempo del asesinato de Kate, la policía detuvo a José García Zárate, un mexicano que en varias oportunidades había sido deportado. Lo señalaron como responsable de la muerte y lo llevaron a juicio. Donald Trump, que en aquellos días estaba en campaña presidencial, encontró una muy buena forma de propaganda política gratis: aprovechó el asesinato de Kate y jugó con los odios, los amores y los miedos de la gente, y le llamó “animal” a García.
Su bandera, agitada con la sed de justicia, planteó un apasionado rechazo a los inmigrantes. El público lo aplaudió y él habló del muro prometido. La gente lo volvió a aplaudir, incluso algunos latinos lo aplaudieron. La misma xenofobia que mostró como candidato, ha sabido sostenerla como mandatario. En parte, Trump, asegura que situaciones como las de Kate, son una consecuencia de las llamadas ciudades santuarios que, como el caso de San Francisco, tienen medidas más garantistas hacia los inmigrantes.
Dos años después de aquel trágico incidente, García es declarado no culpable. En juicio se demostró que aquella tarde en el Muelle 14 de San Francisco, el inmigrante mexicano se encontró un arma envuelta en una tela y al manipularla se le disparó accidentalmente. Se pudo comprobar que nunca apunto a Kate ni fue su intención matarla. Trump ha vuelto a agitar la bandera de la injusticia, de la impunidad, del miedo, del peligro. Dijo que el veredicto era vergonzoso y que no extrañaba que la gente de su país estuviera tan enojada con los inmigrantes indocumentados.
La no culpabilidad de García no le importa, a él como a muchos, el mexicano debía ser condenado. No se le ocurre al Presidente cuestionar las medidas de su país en el que se permite la distribución de armas a particulares de manera indiscriminada, al punto de que alguien puede encontrar una tirada por ahí, como quien encuentra un billete en la calle en un pequeño arrebato de suerte. Para los inmigrantes no hay presunción de inocencia. Con estas banderas se levanta el proyecto del país más poderoso del mundo. Con estas banderas se le da gasolina a la política internacional. Así va el mundo.
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