Ya digerido por el Congreso el Presupuesto Nacional del Estado para 2018 se observa que quedó en 40 billones de pesos para inversión, es decir 5,7 billones más que el del año 2017. Cualquier ciudadano desprevenidamente podría alegrarse al ver que en todo el país crecimos dentro de la óptica de progreso y que los Planes de Desarrollo siguen adelante. Panorámicamente eso es una realidad, pero un análisis severo de las cifras proporcionales para todos los departamentos nos arroja un resultado que no satisface las aspiraciones de la Región Caribe que casi siempre a través de los años sale mutilada en el Presupuesto anual, quizás sacrificada en sus aspiraciones de inversión social, infraestructuras y rubros tan importantes como educación y salud.

La primera pregunta que nos hacemos es: la rebaja en inversiones presupuestales para la Región Caribe, en donde juegan conjuntamente ocho departamentos en una injusta distribución centralista geográfica que nos amarra como un todo desconociendo las necesidades individuales, ¿es una rebaja proporcionalmente igual a las que sufrieron las demás regiones o departamentos del interior? ¿Cómo podemos aceptar que se diga que la Región Caribe tuvo en sus cifras un billón y medio de pesos por ejemplo para inversiones, mientras que uno o dos departamentos del interior conservan las cifras calculadas, o la rebaja es para solo una sección y no para ocho?

La otra pregunta es, ¿los siete billones que nos aprueban a la Región Caribe que proporcionalidad contempla? ¿Cuál es el criterio para asignar a La Guajira 700.000 millones de pesos, a Sucre 600.000 y a otros departamentos mas de un billón? ¿Cuál es el criterio? ¿Población?, ¿Rentas propias?, ¿Infraestructuras satisfechas? ¿Podemos decir, por ejemplo, que en otros departamentos distintos a La Guajira –que tomamos como ejemplo– también mueren a cada momento de hambre decenas de niños?

El Gobierno a través de sus inefables Ministerio de Hacienda y Planeación Nacional –que creen saberlo todo sin venir a asentar en estas tierras la realidad salvaje del trópico, el hambre y los pésimos servicios de salud, educación y vías públicas– explican que el Presupuesto tuvo que disminuirse este año por factores como el bajón de las economías mundiales, la crisis de Venezuela, el paro camionero de mitad de año, el fenómeno de El Niño y una inflación que sobrepasó el 9%. Pero, ¿dónde están sus respuestas sobre la nueva carga tributaria que impuso a los productores del país? ¿Y por qué no nos explican o publican las sumas que el Gobierno ha gastado en ‘la mermelada’, en los gastos suntuarios en no controlar esa corrupción escalofriante? De este modo la Región Caribe que avanza en su constitucionalidad e integración con la reciente firma de la RAP, vuelve a sufrir con esta discriminación que nace en los cerebros del centralismo interiorano, que valga el ejemplo convertido en pleonasmo, sigue desde las alturas considerando que todo lo que llegue al mar es una segunda opción, una subcategoría, una subregión, atendida si se puede y si no que espere hasta cuando haya más monedas de oro para tirarlas a su paso y las recojan.