Hace 24 años se implantó, a través de la Ley 100, un sistema de seguridad social integral, con carácter obligatorio y universal para sustituir el modelo de asistencia pública de caridad, con el fin de mejorar la inequidad en la atención de la salud, la baja cobertura, la ineficiencia en la prestación de los servicios, en muchos casos, y la desarticulación de los mecanismos asistenciales y de prevención. Se implementaría un modelo de atención basado en la competencia de calidad científica y técnica. Sus principios y sus actualizaciones no se han logrado cumplir, solo una aparente cobertura de servicios inexistentes. El usuario podría elegir la Entidad Prestadora de Salud (EPS) y afiliarse a ella. Esta libertad estará influida por la calidad integral de los servicios que cada entidad le prestaría, no solo en la medicina curativa sino en la preventiva. Prestación de los servicios de salud con ética, técnica y científica respaldados, con respaldo económico de los prestatarios para garantizar la estabilidad del sistema, muchas quebradas y sin respaldo.
Se determinó una unidad de pago por capitación, sin datos claros sobre los costos de la salud en Colombia, incluyendo actividades de promoción y prevención, manejo de las enfermedades más prevalentes, cambiantes con las epidemias, nuevos agentes, cambios en los medios diagnósticos, tratamientos costosos, medicamentos, rehabilitación del enfermo, y manejo integral. Aparentemente estas circunstancias han colocado una gran cantidad de EPS e IPS en malas condiciones económicas, pero en contraste, otras se volvieron ricas y poderosas. El desequilibrio financiero de las EPS se compensa a expensas de los honorarios de los médicos y demás integrantes del equipo de salud, con horarios de trabajo, sin un reconocimiento digno de su actividad. La mayoría de los profesionales de la salud, son adscritos sin contrato de trabajo a una EPS, no disfrutan de prestaciones sociales, trabajan sin posibilidades de pensión, la Ley 100 se olvidó y se sigue olvidando de los médicos en su condición de trabajadores de la salud.
Lo peor, una profesión liberal de un profundo sentido humanitario se le cambió por ley a un concepto mercantilista, donde la promoción y prevención de la salud son un negocio. Con esto, y el manejo desordenado de la educación médica, se alteró negativamente la relación médico paciente, cada día más deteriorada, los médicos no son de los pacientes sino de las empresas, y solo podrán dedicar a su paciente el tiempo mal pagado por las empresas, para no alterarles su rentabilidad, sin pensar en la necesidad de cada caso.
La Ley 100, ni sus actualizaciones, han fallado sustancialmente al implantar mercados privados en un sistema de salud sin asegurar una dirección sólida desde el Estado, sin impulsar el mejoramiento del recurso humano en salud, quien lo hace por su propia cuenta.
En un aniversario más del Día del Médico se hace necesario solicitar urgentemente la tan reconocida reforma de la salud, y desarrollar una lucha que no solo beneficiará los intereses gremiales, sino a toda una población que nos necesita.