Dos ejercicios de diálogo, ocurridos esta semana pasada, demostraron los más y los menos de la tolerancia en Colombia.

Se agotaron los cupos para el diálogo Dawkins - Remolina en la Javeriana de Bogotá. El biólogo autor de El espejismo de Dios y el jesuita Gerardo Remolina, exrector de la Universidad Javeriana dieron sus respuestas a la pregunta ¿Es Dios una ilusión? Y debatieron sobre el tema ante un público que en buena parte, y como los del fútbol, iba a presenciar y a celebrar o a lamentar goles; pero, contra sus expectativas asistieron a un diálogo tranquilo, aunque a ratos vehemente por parte del científico británico que pareció desarmado frente a las afirmaciones de Remolina sobre la edad del universo, sobre la Biblia que, dijo, no es un libro científico, pero sí de valor histórico y humano y es una colección de mitos como el de Adán y Eva. El inglés se sintió tocado cuando el jesuita agregó: la teoría del Big Bang es un mito creado por la ciencia; y frunció el ceño cuando le oyó decir que los milagros de Jesús son energías inexplicables desde la ciencia humana.

Remolina oyó al biólogo afirmar que la teología sofisticada del jesuita no ha sido transmitida a la masa creyente; que no hay un creador, que los mitos de la Biblia han sido escogidos arbitrariamente y que la Biblia no es un libro histórico ni con autoridad en moral; y replicó que el Big Bang es un planteamiento científico.

Había más coincidencias que discrepancias, estas acentuadas por Dawkins cuyo nombre internacional corre por cuenta de su pregonado ateísmo. Hubo poco espacio para la emocionalidad y una gran oportunidad para el diálogo inteligente.

La otra experiencia de diálogo ocurrió en la Universidad del Rosario cuando se anunció un foro sobre la Reforma Rural Integral con participación del excombatiente de las Farc, Lucas Carvajal.

La participación del exguerrillero fue rechazada por miembros de las juventudes del Centro Democrático y por estudiantes de la Universidad con el argumento de que esa participación era “un agravio contra la academia, porque no son legítimos interlocutores de la comunidad universitaria”, además, observaron: “es inadmisible que, no habiendo pasado por la justicia, puedan dirigirse a la comunidad académica”.

Piensan en contrario los que, como el rector, consideran un error la exclusión del exguerrillero puesto que la academia debe construir desacuerdos inteligentes y las universidades no pueden llegar a ser “altoparlantes de una sola tendencia”.

Aquí la intolerancia habló en nombre de una posición política de odio y de venganza. En estas condiciones el diálogo se vuelve imposible. Esta situación es comprensible en los políticos; pero no se entiende que ocurra en la universidad, escenario de la educación para la ciudadanía y, sobre todo, para el ejercicio de la inteligencia. El recurso a la emoción como arma de conocimiento, en la universidad equivale al uso de la brocha en vez del pincel en una clase de pintura clásica.

Los dos eventos, el de la Javeriana y el del Rosario demuestran, el primero: que el diálogo civilizado es posible; el otro: que un regreso de la guerra es posible en un escenario de intolerancia.

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