Las crisis también necesitan su momento exacto para estallar. Muchos le apuntamos al proceso de paz con la fe del montañero, pero al parecer el conflicto con las Farc no estaba aún lo suficientemente maduro para resolverse y ni Santos, ni Timochenko, ni el país estaban preparados para este momento. El primero, porque le cabe tanta soberbia que parece un autista que pisa la estratosfera; el segundo, porque salió del monte cargado de tigre y firmó la paz sin abandonar el cinismo o la peleadera. ¿Y Colombia? El problema del país es la religión del odio.

Esta religión no tiene nada que ver ni con Dios ni con los creyentes y son perversas per sé en cuanto levantan muros de odio mientras destruyen la grandeza que el hombre ha construido en la historia de la evolución. A muchos, creer en Dios les ayuda a encontrar la espiritualidad o a sobrellevar esta cosa tan difícil que es tener que vivir. Pero en muchos casos también, ya no Dios sino la religión, resta energías, confunde y usa a los fieles y seguidores para lograr los fines propios: llaman la atención por estos días los titulares de las “iglesias” –entre comillas porque me refiero también a esas otras– para las que sus fieles son solo votos. Los trastean de un lado a otro como si fueran muebles usados (y ellos se dejan trastear). Les dicen “Hay que votar por el que yo diga” y ellos dicen que votarán solo por el que él diga porque asumen que no tienen criterio propio y que su voluntad pertenece a ese que los ha hipnotizado (que no es Dios). Los envenenan con su odio para cumplir con la vieja consigna: “Ustedes se masacran, nosotros ladroneamos”.

La religión es solo una máscara del odio. Quizás por eso las redes sociales están inundadas de insultos y peleas y sangre, y al mismo tiempo en ese mismo muro, están repletas de amén, de aleluya, de ‘alabado sea Su nombre’. Quien no puede con sus culpas y frustraciones necesita de otro que cargue su cruz y en todo este odio hay mucho de narcisismo, pues los que odian se creen en el deber de “liberar” a los infieles, a los que no creen como ellos. A quien está en paz consigo mismo, ¿de qué lo “liberan”?

“Uno ama porque ama. No entiendo cómo pueden amar a alguien porque le temen”, es una frase de James Baldwin que tiene otro sentido en Colombia: son muchos los que aman justo a ese que tanto le produce pavor. Dicen frases como “Si fulano llega a la Presidencia, ahora sí se jodió este país”, pero al final votan por ese fulano quizás con la ilusión de que el día de mañana puedan enrostrarle ese voto: “No me hagas daño a mí que yo voté por ti”.

Hemos trasladado a la política el miedo y las culpas de la religión. Cada “iglesia” ha creado un dios propio de acuerdo con sus intereses porque el hombre no fue hecho a imagen y semejanza de Dios: Dios fue hecho a imagen y semejanza de cada creyente. Ese por el que votamos, ese al que tanto le tememos, es a nosotros mismos. Vamos a joder al país pero no nos importa, porque nos odiamos demasiado. Ese es el plan: el autosaboteo.

@sanchezbaute