En el año 1984 mi mayor problema era ganar el año escolar y aprenderme la letra de las canciones de Menudo. Mi hermano y yo le pedíamos a mi mamá que las transcribiera y ella, sin remedio, pasaba tardes retrocediendo y adelantando un casete para escribir línea por línea. La vida era simple. La tragedia más grande era soportar las dramáticas historias de José Miel o la sufrida vida de Marco, un niño de un puerto italiano que era separado de su madre. “No te vayas mamá, no te alejes de mí”, era la parte que nos partía el corazón en dos mientras luchábamos con las lágrimas. Ser niña era difícil.

Ese mismo año, mi madre –que empezaba su trabajo como pediatra y se interesaba en los niños víctimas de violencia sexual– había llevado un particular material a casa. Eran las fotografías que reproducían el momento en el que el ‘sádico de Arroz Barato’ secuestraba a una niña y luego la asfixiaba y la dejaba muerta en una zona enmontada y húmeda de un barrio de Cartagena. Todo el mundo hablaba de eso.

En la reproducción de los hechos la víctima era representada con una muñeca. Con el tiempo supe que el mismo confeso victimario fue a la zona y describió paso a paso toda su actuación ante las autoridades, mientras la comunidad agitada pedía lincharlo. El registro visual de aquel día fue el que llegó a mis manos. La imagen de la muñeca revelaba el sufrimiento de una niña que jamás conocí, una niña que –como yo– pudo haber tenido otra vida y sin embargo no la tuvo. No tuvo más vida. Su agresor, el ‘sádico de Arroz Barato’, conocía a su familia y era cercano a su casa. Ella lo creía una persona confiable, porque parecía confiable para sus padres, y sin embargo aprovechó la situación para raptar a la niña, violarla y asesinarla.

Nunca supe el nombre de la víctima, como suele suceder. Tampoco supe cómo se llamaba el victimario. ‘Sádico de Arroz Barato’ fue la forma de enunciarlo y de construirlo popularmente como un personaje en la memoria colectiva de la ciudad. No sé de cuánto fue su pena en la cárcel, ni tampoco tengo la menor idea de qué hace en estos días. Hoy, cuando en el Caribe vuelve a revelarse el nombre de otro monstruo, la ‘Bestia del matadero’ regresa a mi memoria aquel recuerdo infame. Como yo, otras niñas sintieron miedo cuando supieron de la existencia del ‘Sádico de Arroz Barato’, como otras tantas están sintiendo miedo ahora. Desde pequeñas aprenden cómo es este perverso juego. Un crimen sexual contra una mujer es una forma de violencia sexual contra todas las demás.

Desde muy pequeña supe el desgraciado destino que muchas de mi tribu sufrían. Supe que a las mujeres nos violaban. A lo largo de la vida lo he recordado en mi propia historia, cuando he tenido que soportar los abusos sobre mi propio cuerpo y cuando he tenido que soportar las dolorosas historias de los abusos de los cuerpos de las otras mujeres. Las niñas de hoy podrían estar concentradas en dilemas infantiles y, sin embargo, ya saben que los dramas que nos acechan no son solo canciones y series de televisión.

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