Es difícil interpretar el resultado de las elecciones adelantadas en Cataluña el jueves pasado y establecer claramente un ganador. En grandes rasgos el titular es que las fuerzas a favor de la independencia de esta parte de España ganaron los comicios más reñidos que se recuerdan, aunque obtuvieron menos votos que los partidos ‘unionistas’. Con el 47,5% de los sufragios, los tres partidos independentistas obtuvieron una mayoría de 70 de los 135 escaños del parlamento catalán, gracias a que el sistema electoral favorece zonas rurales donde el separatismo es más fuerte. Es, sin duda, un buen resultado para los nacionalistas catalanes, teniendo en cuenta una participación de más del 80%. Siempre se pensó que un mayor número de votantes favorecería a los partidos a favor de la unidad del país, ya que en el pasado gran parte de este electorado se quedaba en casa. Pues resulta que la sociedad catalana efectivamente está partida en dos mitades.

Y aquí está el problema para los separatistas, que han celebrado su victoria en escaños como una muestra de que los catalanes apoyan su estrategia política que culminó en la declaración unilateral de independencia a finales de octubre y la consiguiente intervención por parte del Estado central. El 47,5% del electorado son mucha gente, pero no es la mayoría abrumadora de la que se suelen jactar los independentistas, especialmente de cara al exterior. Para que algún gobierno extranjero o la Comisión Europea tomen cartas en el conflicto el apoyo a la causa separatistas debería crecer hasta mucho más de la mitad de la población.

En el otro lado hay un perdedor clarísimo: los conservadores de Mariano Rajoy. El presidente de España ha fracasado claramente en su apuesta valiente de intervenir Cataluña y forzar nuevas elecciones con el objetivo de dar un vuelco al mapa político catalán. Su Partido Popular sufrió una debacle porque los votantes se pasaron en masa a la formación liberal Ciudadanos. Es muy preocupante que el partido del presidente del Gobierno haya quedado reducido a una presencia insignificante de cuatro diputados en una región clave. Rajoy ahora debe temer que Ciudadanos también le dispute cada vez más votos en el resto del país. Las fricciones ya han aflorado entre los dos partidos de centroderecha que sellaron un pacto para que Rajoy siguiese al frente del gobierno.

Las elecciones catalanas no han cambiado nada. Siguen las mismas mayorías y los mismos protagonistas, aunque el depuesto presidente catalán, Carles Puigdemont, esté huido en Bélgica y su vice, Oriol Junqueras, en prisión provisional. No parece muy probable que los dirigentes de Madrid y Barcelona, de repente, recapaciten y se pongan a buscar una solución al conflicto. De momento, nadie parece tener un plan o una idea aproximada de cuales serán los próximos pasos. Lo único seguro es que la incertidumbre política, que ya ha empezado a afectar a la economía catalana y por ende a la española, no va a desaparecer durante bastante tiempo.

@thiloschafer