El año 2017 nos demostró que vivimos en un eterno año viejo. La clase política colombiana cada vez más deteriorada y repetitiva nos condena a un futuro incierto. Ocurrieron varios hechos que dejaron acertijos sin resolver. La historia parece repetirse y la esperanza se marchita. Recordar es vivir, en un país sin memoria es necesario tenerlo claro.
Desarme de las Farc: después de más de 50 años de conflicto armado ocurrió uno de los sucesos más importantes en nuestra historia contemporánea. La guerrilla más antigua del continente entregó 7.132 armas a la ONU. Aunque el desarme generó controversia en ciertos sectores de la sociedad, es innegable la trascendencia del proceso. 7.132 armas se silenciaron para abrir la puerta a una etapa menos violenta en el país.
Líderes sociales: “En su inmensa mayoría los asesinatos de líderes son fruto de un tema de linderos, de un tema de faldas, de reivindicación, de peleas por rentas ilícitas”, afirmó Luis Carlos Villegas. La desatinada frase del ministro de Defensa demuestra la falta de garantías y la desorganización del Estado frente a los asesinatos de líderes sociales y defensores de derechos humanos en el país. Aunque el Gobierno insiste en aislar los casos, es evidente que son crímenes sistemáticos. Entre el 1 de enero de 2016 y el 5 de julio de 2017, se registraron más de 180 asesinatos de líderes sociales y defensores de derechos humanos en diferentes regiones del país. Estos datos están verificados por la Defensoría del Pueblo. La lista crece cada día y los asesinatos no paran. Estamos en la antesala de un nuevo genocidio y el Estado no hace nada.
Corrupción: la corrupción nos recuerda que el mayor problema en Colombia no es la guerra. Los escándalos que se destaparon este año superaron la ficción. El titular: “Fiscal anticorrupción capturado por corrupto”, resume la triste realidad nacional. El elefante de Odebrecht y Reficar se camufló de manera descarada en el país. Pocos son los investigados ante semejantes sobornos y desfalcos. Las frases: “todo pasó a mis espaldas” o “me acabo de enterar” siguen siendo la armadura de los políticos de siempre. En 2018, ¿vamos a votar por los mismos corruptos?
Políticos en la posverdad: el modus operandi de algunos políticos es inaceptable. La mezquindad que los representa. El constante saboteo al Acuerdo de Paz y a las víctimas. Escudarse en una demagogia vulgar. Aferrarse a la posverdad y aprovechar el populismo para manipular a las masas. Escoger bandos por puro cálculo electoral. Polarizar hasta hacernos creer que no existen alternativas. Las campañas sucias para ganar las elecciones en 2018 apenas comienzan.
El próximo año será crucial para nuestra historia. Todavía tenemos la posibilidad de cambiar el eterno año viejo al que nos ha condenado la clase política colombiana. Castigarlos en las urnas y tratar de combatir tanta indiferencia es el mayor reto. Enfrentar el futuro sin miedo debe ser el principal propósito en nuestra lista de deseos.
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