Mientras esto escribo, en nombre de todas las víctimas de las EPS, llevo más de 40 minutos intentando que en la página web de la mía, un funcionario del ‘chat medicamentos’ me diga lo que por el teléfono 3197901 ha sido imposible conocer. Me enerva todo el tiempo que he perdido en muchas llamadas, siguiendo las instrucciones de una edulcorada voz masculina que me obliga a escuchar toda clase de maravillas de lo que Sura desea y tiene para mí, una vida con calidad 1A.
El amplio menú, tedioso y confuso, es de adivinación y al final de una perorata insufrible escucho que me corresponde la opción tres, pero no puedo acceder a ella, sin regresar al menú. Cuelgo y arranco otra vez a identificarme y oír las sandeces de lo que una empresa, que lo que quiere es ganar billete, me dice que sueña por hacer por mí. Voy a la opción tres y allí me responden que no, que me corresponden las opciones uno y seis. Me manda al menú, hago la operación y la nueva fémina que contesta me informa que tampoco es ahí, pero que, muy adorada, me va a comunicar directamente. Mentira, vuelvo a la ronda de identificación y advertencias de cuánto cuidan mis datos económicos y mi privacidad y marco la opción uno y cuatro, a la que espeto áspera: es allí donde me van a informar sobre medicamentos o seguirán bailándome por todo el menú, porque esto es falta de respeto con el usuario. Me pide excusa y me asegura que me va a comunicar con la opción exacta. Tercer embuste, voy a rebotar al menú inicial. ¿Son los únicos con ese trato desapacible al cliente? ¡No!
De lejos la mía es la mejor prestadora de esos servicios, he oído horrores de todas las demás. Lo único cierto es que la prestación del servicio de salud, con la mayoría de médicos incluidos, es un negocio: las entidades no te mandan al experto si antes un recién graduado no te ordena un tratamiento ‘regadera’ de dos meses y las citas con los especialistas las dan para dentro de otros dos o tres meses (ya puedes morirte en el camino).
A los galenos los despojan del espíritu insuflado por Hipócrates y al ritmo impuesto por las EPS, ya nos tratan como números no como a personas. Muy pocos son los que aún aman servir al paciente, con o sin ingreso, porque la Ley 30 convirtió a la medicina en una profesión más, donde sin plata no hay atención amorosa y fortalecedora y, menos, acompañamiento en momentos álgidos. Escasos son los médicos que tiene el valor de demorar en consulta lo necesario para poder evaluar al paciente en contra del límite empresarial de 10 minutos o hacer presencia sin estar pensando en si recibirán el pago del domicilio. Por eso, para el 2018 solo les deseo mucha salud y no tener que usar su EPS: sin excepción todas nos tratan a las patadas. Mientras tanto, sigo esperando en la web al funcionario que dicen que está a un clic de distancia. He finalizado el artículo y desespero porque el del chat de medicamentos no existe.
losalcas@hotmail.com