La red está saturada de información acerca de los beneficios y perjuicios del uso indiscriminado de los teléfonos inteligentes en todos los sentidos posibles. Por un lado, los fabricantes transportan con sus comerciales a los probables compradores hacia mundos increíbles en los que bastará con pensar lo que se desea hacer y el aparato se encarga de todo, ya no hay ni para qué moverse. Eso es tentador para cualquier humano en un día de locha. Estoy en la fila. Por otro lado, hay una serie de artículos que son o pretenden ser científicos –siempre hay que verificar la fuente– donde se argumentan una serie de daños que el uso constante de estos aparatos hace en el cerebro. Amerita comentario aparte. Y el libro ahí.
Es bien cierto que hay una estadística relacionada con daños emocionales demostrables en chicos que están o han pasado por el período de ‘hikikomori’, palabra japonesa que significa apartarse, aislarse. Individuos que pueden pasar meses o años encerrados en sus cuartos y conectados con el mundo únicamente mediante los medios electrónicos. Se ha demostrado, cuando se reincorporan a la sociedad, que presentan, por ejemplo, pérdida de las habilidades sociales, o de los referentes morales porque su mundo se ha formado con los valores de los videojuegos. Sin embargo, hay que descartar que, con anterioridad, no sufriera de algún tipo de fobia, como la social, agorafobia, o trastornos de personalidad como el de evitación. Y el libro ahí.
En occidente se ha podido demostrar, en estudios estructurados, algo que se conoce como el Efecto Google, que consiste en que se pueden perder habilidades de memoria debido a que el hecho de saber que podemos preguntarle a Google hace que nuestro cerebro no se ocupe de hacer el esfuerzo por memorizar. Por otra parte, saber que se tiene el celular cerca se vuelve un factor que predispone a la distracción, así de sencillo. Está demostrado en la aplicación de pruebas cognitivas. Peor aún, cuando las personas reciben un mensaje de celular y no pueden revisarlo por las condiciones en que se encuentren en ese momento, puede provocar aumento de la presión arterial. Y el libro ahí.
Estadísticamente, nadie puede negar el deterioro de muchas relaciones al interior de la familia por la interferencia que representa el uso de teléfonos inteligentes en los momentos que deberían ser de comunicación interpersonal. A mí me jalan la oreja a cada rato, pero todavía no se me han dañado los circuitos de la memoria. Y el libro ahí.
Más allá de la sentencia de Miguel de Unamuno con respecto a que el vicio de la lectura trae consigo el castigo de muerte permanente, no conozco ningún estudio que informe sobre los daños que pueda ocasionar la lectura de un libro. Bienaventurados los librolectores.
Tip para insomnes: El movimiento rítmico de los ojos sobre un libro facilita el sueño. El celular paraliza la mirada.
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