Por unas semanas, antes, durante y un poco después de la celebración de nuestro carnaval, se implementó en la ciudad una medida de ‘pico y placa’, motivada por la intervención del montaje y desmontaje de los palcos, y por los desfiles que se llevan a cabo en la Vía 40 y en otras calles de importancia. Solo justificada de esta manera, siendo temporal y específica, la restricción tiene todo el sentido; por eso no comprendo a quienes reclaman que nuestra ciudad debe implementar esa política de forma permanente, como se ha hecho en varias ciudades de Colombia (sin mejoras importantes, vale decir).
La mayoría de quienes piden un ‘pico y placa’ para Barranquilla encuentran su fundamento en un supuesto atraso en materia de infraestructura vial y una multiplicación del número de automóviles en los últimos años. Se dice que con la limitante a la circulación vehicular se puede lograr una solución al ‘caos vehicular’ y a los exasperantes trancones. Conviene entender que tales inconvenientes, propios de cualquier ciudad con algún nivel de desarrollo, no se mitigan adecuadamente con la restricción sugerida, sino con la implementación de medidas más sostenibles, flexibles y contundentes. También es prudente comprender que los problemas del tráfico no se solucionan en el sentido literal de la expresión, se pueden manejar y controlar, pero siempre serán dinámicos y cambiantes.
Para que la movilidad funcione dentro de niveles aceptables es clave contar con una oferta diversa para el transporte. Esto quiere decir que se deben ofrecer espacios para el vehículo particular (lo más usual), para el transporte público, para el ciclista y para el peatón. Las incomodidades, todavía menores en términos relativos, que enfrenta el tráfico vehicular en nuestra ciudad no se van a solventar mediante la adopción de un ‘pico y placa’, lo que se necesita, para empezar, son al menos dos cosas: una política seria y sostenible para mejorar el transporte público y una reeducación, con sanciones ejemplares, para los conductores que día a día congestionan el tráfico barranquillero.
El transporte público en Barranquilla no tiene un plan ni un rumbo claro. Todavía los buses tradicionales hacen lo que les viene en gana y el sistema de transporte masivo no termina de despegar; hay anuncios de trenes ligeros y tranvías, pero parece que nada termina de concretarse. Sin esa variable, sin una oferta digna y segura de transporte, cualquier ciudadano va a preferir gastar su dinero, si lo tiene y puede, en comprar un carro o una moto, con lo cual seguirá sufriendo los estragos del tráfico y los empeorará, pero lo hará con mayor dignidad y autonomía.
Ojalá todos nos olvidemos del ‘pico y placa’ y que la Administración, como lo ha hecho hasta ahora, no considere su implementación en Barranquilla salvo para casos puntuales y transitorios. Concentrémonos, más bien, en comenzar a mejorar nuestro transporte público.
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