Paul Thomas Anderson es uno de los directores mas creativos del cine contemporáneo. Se especializa en usar actores de gran sensibilidad artística como el fallecido Philip Seymour Hoffman (The Master, 2012) y Daniel Day-Lewis (Petróleo sangriento, 2007), con quien presenta su segunda colaboración, El hilo fantasma.

Day-Lewis hace el papel de Reynolds Woodcock, un diseñador de modas de exquisita calidad, que viste a la nobleza y la alta sociedad británica de los años 50. Es un hombre maduro, que a pesar de estar rodeado en forma permanente por mujeres que trabajan para él o para las cuales él trabaja, su vida se maneja independiente de ellas. La mas cercana es su hermana Cyril (Lesley Manville), con quien habita y labora en una gran mansión, manteniendo la distancia necesaria para preservar sus hábitos obsesivos y su imperturbable intimidad.

Las mujeres son objetos disponibles para él. Mientras le sirven de modelos, musas o amantes pueden compartir lugar en su sagrada mesa del desayuno, donde el día se define. Si algo altera el ritual matutino, será muy difícil que el ánimo y la compostura se recuperen por el resto de la jornada, y todas deberán sufrir las consecuencias.

Esta situación cambia radicalmente cuando conoce a Alma (Vicky Krieps), quien a pesar de su inexperiencia y juventud va abriéndose espacio en el hermético mundo de Reynold, cuestionando su aislamiento, descubriendo secretos y desmitificando esa especie de culto autoimpuesto.

Los secretos son tantos, que muchos de ellos los esconden en los dobladillos y costuras de las prendas que diseña, y allí quedan guardados para siempre, sin resolver, como tantos de los enigmas que encubren su vida.

El ritmo pausado y cauto con el cual Anderson nos va involucrando en la vida de Woodcock resulta mágico, despertando nuestra fibra mas sensible, e incorporando algo de ironía, cuando consideramos el punto de vista de Alma, más aterrizada, pero a la vez forzada a manipular la situación a beneficio propio.

A medida que la relación se desarrolla, nos vamos convirtiendo en una especie de voyeristas, observando el proceso de transformación de esta extraña pareja donde los mecanismos de poder se van alternando de acuerdo con las circunstancias.

El uso de la enfermedad como recurso en el balance emocional es un elemento al que muchos han acudido (Philip Roth), y Anderson lo utiliza a conveniencia, hasta convertirlo en una especie de cuadro sado-masoquista, donde el cuestionamiento final sería la existencia misma del amor o su capacidad de persistir.

Pero si definir los caminos del amor no está en sus manos, si lo está el ajuste perfecto de las prendas que Woodcock confecciona para las mujeres que viste, y lo mismo podría afirmarse de la actuación de Day-Lewis, con respecto a su personaje, nominado para el premio de la academia como Mejor Actor. Solo nos queda esperar que su promesa de retirarse de la actuación no sea cierta, y podamos disfrutar más de este formidable talento.

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