No somos iguales ni cuando nos morimos. ¿O cree usted que sí? Puede que también lo creyera aquel que hace una semana fue asesinado en la carrera 53 con 94, frente al Patinódromo. Puede que también lo creyera y quizá a él sí se le aplicara, pues ese mismo día todos los digitales llevaban su violento óbito en portada y, la jornada siguiente, no había medio de noticias local que no destacara con fotos y testimonios los ocho disparos que segaron su vida una soleada mañana de domingo, frente a unos niños que le cantaban cumpleaños feliz a uno de sus compañeros de carreras de patines, cuando yo volaba sobre los cielos dorados de Colombia desconocedor del drama que tantas veces tiene lugar en nuestra ciudad pero que en aquella ocasión sí iba a ocupar la primera plana de todos los rotativos.

¿Hubiera recibido la misma atención esa muerte si hubiese sucedido en el sur de la ciudad? Ese polvoriento y lejano sur del que nos llegan noticias de tanto en cuanto en forma de goteo de muertos, parte de guerra que, si debiera ser valorado por el interés que recibe en los medios, se podría concluir que no interesa a nadie. Sean sinceros. Saben que si el hombre hubiera sido tiroteado unos pocos kilómetros al sur no hubiera merecido ni mucho menos la misma atención. No hubiera ocupado portadas. Posiblemente su deceso no hubiera atraído la atención del mismo número de policías, ni su sangre tiñendo el rojo suelo habría provocado la misma consternación entre los buenos ciudadanos de Barranquilla.

Porque hasta para morirse debe saber elegir uno el sitio. El sicario que ejecutó el drama trató de escapar. Hubo intercambio de fuego con las fuerzas del orden. Niños corriendo. Palmeras agitándose. Camionetas de alta cilindrada amenazadas de resultar dañadas. Ruido y escándalo en nuestros barrios elegantes. Esas hermosas calles cuajadas de altas torres, jardines custodiados y vigilantes armados. Nadie quiere que semejantes cosas sucedan en nuestras calles. Menos aun cuando en la factura de la electricidad pagamos miles de pesos por un tal impuesto de seguridad y convivencia ciudadana. Es un escándalo. No sé si ya lavaron las salpicaduras de vida o si las gotas oscuras siguen aún reflejando la despiadada luz solar, el silencio del mediodía, la indiferencia de una ciudad ante el tributo en vidas que paga obediente tratando de hacer como si no pasara nada. Porque, ¿saben qué?, en el fondo, todo es mentira. En el fondo, apenas unas pocas horas más tarde, también nos da igual que alguien fuera asesinado en la puerta de nuestras casas.

Al menos a ti te mataron en el norte. Al menos tuviste una portada y quince minutos de fama. Ni te enteraste. Pero los tuviste. Si hubieras muerto en una calle sin asfaltar, o lejos de los grandes centros comerciales, o si no hubiera habido cerca niños de buenas familias, posiblemente ni eso hubieras tenido. Pero, ¿a quién le importa? No a ti. Tú ya no eres más que un hombre muerto.

@alfnardiz