El VAR (Video Assistant Referee) no es perfecto. Lo analizan seres humanos, susceptibles de cometer errores involuntarios o sesgados. Hay acciones cerradas en las que siempre se presentan desacuerdos y distintas miradas por más que se vea una y otra vez la repetición de televisión. Aunque se muestre desde diversos ángulos y con acercamientos, a veces resulta difícil dar un veredicto, no se aprecia con total claridad y certeza quién tiene la razón.
Sin embargo, el VAR reduce las posibilidades de injusticia en el fútbol y le brinda un gran respaldo a la labor del árbitro, siempre cuestionado y bajo la lupa. Por eso, porque brinda mayor equidad, veo con buenos ojos que la International Board le haya dado luz verde para el Mundial Rusia-2018.
Los buenos resultados del VAR, más allá de las polémicas y opiniones divididas que ha generado en los torneos en los que se viene implementando desde marzo de 2016, se pueden demostrar. El diario El País de España informó que un estudio de la universidad belga de Leuven revela que “la exactitud de las decisiones de la herramienta es del 98,9% y que el tiempo de juego perdido durante su empleo apenas representa el 1% del total”.
Una de las principales críticas sobre el VAR es por el tiempo que se emplea para decidir las jugadas. No obstante, la investigación universitaria señala que las jugadas se resuelven en un promedio de 20 segundos. Más se pierde en las lesiones fingidas, en las sustituciones y en los saques de banda de los equipos que van ganando (algo que a futuro también hay que corregir deteniendo el cronómetro cada vez que el balón no esté en juego).
El estudio se hizo sobre la base de 804 partidos, “en 533 no hubo revisiones y solo en 42 de ellos se hizo más de una”, destaca El País.
Hace mucho rato se solicitaba una solución a tantos desaciertos de los réferis, que no contaban con las cámaras y repeticiones que les permiten a los aficionados y periodistas enrostrarles y recalcarles a ellos las equivocaciones después de analizarlas infinidad de veces en la comodidad de la casa o en una cabina, mientras los pobres jueces (los que actúan de buena fe) solo la veían una vez, con las pulsaciones a millón, en medio de la dinámica del juego y con la confusión que genera la ‘reclamadera’ y la incesante trampa de los jugadores, muchos de ellos dignos de un Óscar, por sus actuaciones teatrales, o una medalla de oro, por sus ‘piscinazos’.
Solemos ser desconfiados y resistentes ante los cambios, nos generan traumas, pero luego terminamos adaptándonos y aceptándolos. Por eso digo, bienvenido el VAR.