La irrupción de Henry Armstrong en el boxeo de altura de aquellos años 40 creó un ambiente de gran vivacidad y duras contiendas entre una cierta cosecha de boxeadores de calidad, el primero que irrumpió en los años 40 fue Armstrong, que peleó por única vez con el campeón mundial peso pluma, lo destronó de inmediato y no defendió ese titular por el peso.

Pásmense los lectores con este Armstrong que parecía aumentar de peso por libras elevadas, hasta el punto que lejos de exponer el título de peso ligero, se salió de cauce y reto al campeón mundial peso wélter Barney Ross, y le ganó por decisión. Pero los aficionados preguntaban: “¿Y qué pasó con el titular de las 135 libras? ¿Será que apesta?”. Al fin Armstrong hizo un gran sacrificio y se metió en las 135 libras.

Armstrong se enfrentó al retador Lou Ambers en una pelea de tremendas emociones. La decisión fue muy reñida favoreciendo a Armstrong para mantener su trío de titulares, pero se preparaba la revancha dado que la pelea inicial habría sido un gran combate.

En esta revancha hubo el caso que fue muy comentado en periódicos y estaciones radiales, debido a los detalles que surgieron en el match. Armstrong había perdido su protector bucal y le presentaron uno sustituto que le quedaba ‘bailando’.

Este ‘bailoteo’ fue la perdición de Armstrong. Un gancho de izquierda de Ambers subió o fue impulsado hacia el cielo de la boca, partiéndolo en una brecha abierta, por la cual se desparramó cantidad de sangre.

Armstrong decidió privadamente tragar toda su propia sangre. ¿Con qué finalidad? Elementalmente impedir que el réferi le parase el combate dado que la sangre le salía a Armstrong a borbotones de la boca. El púgil de color decidió tragarse todo aquel líquido abundante, y calculan médicos y autoridades boxísticas que Armstrong debió ingerir alrededor de un litro de sangre.

Este gesto de Armstrong de consumir su propia sangre con la finalidad anunciada fue algo grandioso, que no impidió que Lou Ambers se alzará con el título. Como de Armstrong y no de Ambers se refiere esta crónica. La medida heroica de Armstrong fue algo que emocionó a críticos y aficionados.

Armstrong se apartó de los pesos wélter y retó al filipino Ceferino García. Se montó una pelea dura, que oscilaba para el uno o para el otro, pero el fallo de los jueces dejó la corona en las sienes del filipino, por un sorprendente empate.

Armstrong pudo haber ganado ese match, pero dos fouls suyos le restaron los puntos para producir un empate.