Trabajando en Barcelona para La Vanguardia al final de los ochenta, a Javier de Godó, conde de Godó, propietario de una cabecera que ya cumplió 137 años, le propusieron que tenía que modernizar la imagen del periódico. Cuentan que Godó contestó: “Pero si ya vendemos muchos periódicos con lo que tenemos, por qué vamos a cambiar”. La verdad es que el diario mejoró su cara, pero como toda la prensa escrita no pudo eludir la crisis y acabó vendiendo menos ejemplares. Desde luego que el cambio de diseño no fue el culpable de la bajada de ventas de La Vanguardia.
En el fútbol, el pensamiento de que todo tiempo pasado fue mejor se multiplica. Cuando hay un cambio de entrenador, hay la esperanza de que superará el trabajo de su predecesor, pero al primer tropiezo aparecen las dudas. Y a la segunda derrota, ya el nuevo no sirve, y el que se fue era mejor.
Eso está pasando en Junior. Las verdaderas razones por las que Julio Comesaña, añorado ahora hasta por el Pibe Valderrama, no siguió como entrenador sólo las saben el técnico uruguayo y los Char. No fue por perder el título y por no llegar a la final internacional. Al equipo lo condenaron los errores, pero no el juego, ni el esfuerzo, ni el compromiso de los futbolistas.
Aquel equipo de Comesaña tenía un estilo. Gustaba a su público y era elogiado por los rivales. Comesaña guarda un whatsapp muy sentido de Pacho Maturana felicitándolo por el juego practicado por ese Junior. Entonces la pregunta que surge es ¿por qué cambiar? La respuesta no tiene ciencia: “Para mejorar lo anterior”. Pero, ¿está Mendoza consiguiendo mejorar lo anterior? La respuesta es clara: “No”. También es verdad que lleva poco tiempo, pero el tiempo para un entrenador en un equipo como Junior es un flash. No existe. Si ganas, sigues. Si pierdes y das pena cuando juegas, y te humillan, estás abrazando el precipicio.
Los Char pudieron pensar como el Conde de Godó. Para qué cambiar si ya estoy bien. Pero no pudieron retener a Comesaña ni como director deportivo, para que marcase las líneas y el estilo de juego del equipo. Siempre pensaron que con lo que tenían y lo que llegaba, tendrían un equipo cautivador y alcanzarían los abonados pretendidos. Pero el fútbol no es exacto. Y derrotas como las del miércoles sólo decepcionan, alejan a la afición del campo y golpean duro las esperanzas y la credibilidad de técnicos de la casa.