Venezuela jamás imaginó tener tanta influencia en América Latina. En México, el glorioso Partido Revolucionario Institucional (PRI), el partido del santificado Lázaro Cárdenas –a quienes los mexicanos han puesto en el mismo altar de la virgen de Guadalupe, El Santo, Antonio Aguilar y Cantiflas– pasa por un momento de absoluto desprestigio debido al catastrófico sexenio del actual presidente, Enrique Peña Nieto. A estas alturas, la opción presidencial que puntea en los sondeos es la de Manuel López Obrador del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), a quien, dicho sea de paso, ya le robaron una elección. Pero tanto el desprestigiado PRI como el Partido Acción Nacional (PAN) usan a Venezuela como excusa. Carecen de un claro programa de gobierno, incluso, de defender a sus partidos de las acusaciones de corrupción y de perpetuar el espiral de violencia en el país, pero se llenan la boca acudiendo a la idea de pánico de que López Obrador convertirá a México en Venezuela. En Colombia, como sabemos, también se cuecen habas, pero bajémosle, por ahora, la llama a ese fogón.
“Ni López Obrador es Hugo Chávez, ni México es Venezuela”, dijo hace dos días Jean Meyer, destacado historiador francés, residente en México, en una entrevista para El País de España. Por supuesto que México es otra cosa. Junto a Brasil tiene la economía más solida de este lado del mundo, fue el Virreinato más importante de las posesiones españolas en América y desde que los países latinoamericanos se metieron en la aventura republicana, México se ha disputado con Argentina y Brasil la hegemonía económica, social, política y cultural sobre estos territorios. Tampoco hay que dejar de lado que esta nación siempre ha tenido a los Estados Unidos en su cabeza –en el siglo XIX los Estados Unidos le arrebataron la mitad del territorio– que esta situación los ha obligado a definir con mayor fuerza su identidad y el sentido de nación, pero también que alrededor de 34,6 millones de personas de origen mexicano viven en los Estados Unidos, de modo que no hay práctica política que no implique acuerdos y negociaciones entre estos dos países.
Ni en sus momentos de mayor gloria económica, cuando las familias ricas tomaban vuelos para mercar en Miami, Venezuela tuvo tanta influencia en toda América Latina como ahora en momentos de crisis. El presidente de Perú, envuelto en líos de corrupción y sobornos que generaron un problema de gobernabilidad en el país, acaba de renunciar; a Mirelle Franco, una mujer negra activista y concejal de Río de Janeiro por el Partido Socialismo y Libertad, la mataron hace unos días de cuatro balazos; Mauricio Macri, el presidente de Argentina, sigue gobernando en medio de las protestas por las medidas que afectan a los sectores más vulnerables... Pero ahí está Venezuela y su situación como refugio.
Mediocridad, corrupción, asesinatos, desprestigio político… son el pan de cada día en muchos lugares de América Latina, para justificarlos, y para todo lo demás, existe Venezuela.
javierortizcass@yahoo.com