Pregunta: ¿Puede decirse que en la Costa hablamos costeñol? Ana M. Díaz, B/quilla.

R.: Si es por ser una lengua distinta al español, no; si es por ser un dialecto, tampoco; si es por ser un habla, tal vez. En otras palabras, lo que hablamos en la Costa no existe como lengua independiente, y ni siquiera podría considerarse como un dialecto del español, sino como un habla con ciertas peculiaridades en su vocabulario y en su pronunciación y una carga de modismos sui géneris, por lo cual lo más adecuado sería denominarlo “habla costeña”. Para que un habla sea considerada un dialecto, una condición sine qua non es un cambio –a veces rotundo, a veces algo menos definitivo– en la manera como se organizan las palabras o los tiempos verbales en relación con la lengua de la que se supone que deriva. Pese a todo, el lingüista corozalero José Elías Cury Lambraño acuñó la voz costeñol, pero, insisto, sería más adecuado decir “habla costeña” o, en su defecto, “español costeño”.

P.: Hice un regalo a mi jefe y me dijeron “lambona” y “chupamedias”. ¿Se diferencian las dos palabras? DVD, Pasto.

R.: De estos dos términos, que significan lo mismo, encontré más de sesenta sinónimos, entre ellos, cepillero, lamesuelas, adulador, genuflexo, lisonjeador, obsecuente, sobachaquetas, servil, arrastrado… En su libro Apuntaciones idiomáticas y correcciones de lenguaje (1943), el lingüista quindiano Roberto Restrepo dice de lambón (del verbo lamber, del latín lambĕre): “Llamamos así al adulador o intrigante por semejanza de sus actitudes con la del perro que lambe el pie de su amo para obtener un mendrugo, o que le perdona hasta sus latigazos y viene humilde luego a lamerlo”. En otras palabras, el lambón o chupamedias es un sujeto que acude a cualquier cosa, aun a la más humillante, para conseguir la aprobación o el favor de alguien más poderoso que él, sin que le importe que se perciba su servilismo. La voz chupamedias surgió luego de asociar la prenda que cubre el pie con la costumbre romana de besar los pies de las estatuas que representaban a sus dioses, conducta que se repitió en el Medioevo cuando los súbditos que lograban acercárseles besaban los pies de monarcas o señores para expresarles reverencia y sumisión.

P.: ¿Es verdad que no es lo mismo oír que escuchar? José Zamudio, B/quilla.

R.: Es esta una de esas preguntas que se ponen de moda. De unos años a esta parte se ha venido usando ‘escuchar’ con el significado de ‘oír’. Para oír solo es necesario no ser sordo; para escuchar se debe poner atención, es decir, se debe querer oír. Por eso, está mal la frase “anoche se escucharon unos disparos”, y está bien “anoche se oyeron unos disparos”. Está mal “como la amo, oigo todo lo que dice”, y está bien “como la amo, escucho todo lo que dice”. Está mal “me senté a oír la Sonata, opus 111, de Beethoven”, y está bien “me senté a escuchar la Sonata, opus 111, de Beethoven”.

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